LA HERENCIA
Desde pequeña, en casa, siempre escuche que mi
abuela Tomasa era especial. Yo por entonces no entendía eso de especial, luego
con la edad descubrí sus porqués. Mi familia se relacionaba poco con ella; al
parecer a la muerte de mi abuelo, ella había decidido dejar de hablar y así lo
hizo. Yo la conocí muda.
Mi madre cuenta que ella
solía decir antes de enmudecer, que dejaría este mundo el día de los santos
difuntos y lo decía mientras mi madre
tocaba madera y recitaba: lagarto, lagarto, ahuyentando los malos espíritus.
Hace unos días recibimos un telegrama avisando que
la abuela se moría. Nos reunimos en torno a ella toda la familia. Uno a uno
fueron acercándose a despedirla, hasta los que la trataron poco o nada le
dieron el adiós. –Sin rencores, dijeron.
Al llegar mi turno, con un gesto de los ojos y manotazos
al aire, entendimos que quería que me quedara a solas con ella. Salieron de
mala gana. Me acerqué hasta su cama para besarla, en ese momento exclamó: –
¡Déjate de ñoñeces y escúchame!
De la impresión, al escuchar su voz, casi caigo
muerta yo. La miré con estupor, de la misma forma en la que escuche su
historia. Me dijo que ella tenía un poder: todo lo que pedía se cumplía, pero
siempre que fuese el día de los difuntos. Por mi forma de mirarla vio que no la
creía, era tan viejita y tan rara…
–Piensa, continuó ¿cuándo murió el tío Matías, y la
tía Luisa, y el abuelo Tomás?…Todos el día de los difuntos.
La verdad es que la abuela, estaba consiguiendo que
el miedo se apoderara de mí. No sabía qué pensar, ni qué decir. Las piezas del puzzle
iban encajando. Para salvar esta
incómoda situación dije: -Vamos abuela no me cuentes historias de miedo, ya soy
mayorcita.
Me miró fijamente. En sus ojos se leía la decepción
por no ser creída en sus últimas horas. Entonces, muy despacio sentenció: -Que
el poder que se me otorgó, doblado, pase a ti. Dicho esto, expiró.
Esa noche inexplicadamente soñé con el cura de mi
parroquia. Al clarear el día, las campanas sonaron a muerto.
Si quereis pasar una noche de difuntos aterrorizados visitad a Teresa