Atrincherado en mi cama
te has hecho el dueño
de todos los espacios,
abiertos tus brazos de
punta a punta
mis ansias no alcanzan
a cubrirte
con el manto cálido de
mis palabras.
Hazme un hueco donde
tenderme,
escribe mi boca en tu
boca.
Ofréceme la huella de
tu cuerpo,
mi voz te reclama.
Sé mi refugio, mi paz,
mi calma.
Sé el cuenco donde se me derrame
la vida que no he
vivido,
el páramo donde
transite
mi lengua oxidada
tejiendo caminos entre las
gotas saladas
que hasta tu cintura se
resbalan.
Amamántame con la
espuma nívea
que de tu cuerpo emanas.
Cincélame con las yemas
de tus dedos
Piérdete entre mi pecho
pozo de sueños
donde arrojar las arras de tus deseos.
Y así, en esta noche
donde tu alma y la mia
desandan las distancias
que nos separan,
dejemos de vagar
por un instante
o dos
o
tres…
en este metro treinta.
Mar infinito
donde crecen peces de
colores
y vuelan mariposas
blancas.