Rompen el silencio las sirenas que alertan
del peligro inminente. Apresurado meto en la maleta hasta el último recuerdo y
la cierro. En este camino lleno de incertidumbre, no me detengo a mirar atrás,
por el temor de quedar petrificado. Mientras mis huellas se pierden en este
éxodo impiadoso, mi corazón golpea con fuerza mi pecho. Para calmarle le hablo
despacito de aquellos días largos de verano, en los que tus ojos se bebían mis
palabras y yo, huérfano de amor, me abandonaba prisionero entre tus pestañas.
Te siento cerca a pesar de esta soledad que todo lo impregna. No estás, te
llevaron los otros. El calor del hogar se tornó ceniza, pavesas que vuelan por
toda la ciudad en llamas. Por fin he saltado las alambradas que separan los dos
mundos y hoy en esta orilla, no tengo más compañera que la tristeza, amargo
sudario para cubrirme de este frío que cala hasta doler. Soy un extraño en un
mundo de extraños, un apátrida que perdió su identidad, aunque no la esperanza
de que algún día los gritos de júbilo, se escuchen invadiendo todos los
espacios.
Podréis leer más relatos bajo el mismo lema "Refugiados" en el blog de Matices, ella es quien dirige esta semana la convocatoria de este jueves.