Smith Eliot |
La
luz del sol aún remolonea en el horizonte, mientras la luna borracha de vida
proyecta sus sombras en las esquinas del nuevo día que nace. A lo lejos se escucha la
voz de los últimos noctámbulos, que rezagados, apuran las horas crepusculares
antes de regresar a sus casas. Los envidio. Yo fui noctámbula en otra vida, una
luciérnaga que sobrevolaba las copas de los cipreses buscando el murmullo de un
mundo creado solo para mí. Pero mis ansias de libertad rompieron el cristal del
tiempo y abriendo mis alas escapé en busca de la realidad. Una realidad que hoy
se sostiene agarrada a la orilla de mi
falda y con ojos legañosos me pide su bol de cereales.
Yo
elegí ser una más entre una multitud de iguales, no me arrepiento de mi
decisión, pero sí me pregunto cuando la
veo corretear por el jardín, sabiendo lo
que en ella vive, qué le deparará el destino a mi hija Mara Laira.
Otras historias sobre Mara Laira en el blog del Demiurgo.