ROTOS
LOS LÍMITES
Se
conocían tan bien que las palabras sobraban. Una mirada, una sonrisa, un
pequeño gesto, les era suficiente para saber, y ella hacía tiempo que algo sospechaba.
Aquella
tarde llamaron al portero a una hora poco habitual.
-¿Quién?
Preguntó.
-
Soy yo, dijo Lucas, ¿abres?
El
tono la inquietó, el momento tal vez había llegado.
Lucas
le contó detalles del viaje que estaba preparando, le habló de las discusiones que habían surgido con su mujer y de otros
tantos problemas… hasta que el silencio se instaló entre los dos. El clavó
sus ojos en los de ella y ella los sostuvo.
Mientras lo hacía se fue acercando, invadiendo su espacio, haciéndolo
tan de él como lo era de ella. No dejó
de abrazar su mirada, mientras su mano se fue perdiendo en la intimidad de su
amiga.
Ella
no dio un paso atrás, se dejó hacer y esperó. Lucas sacó esa mano invasora, y
sin pudor metió los dedos llenos del
sabor de ella en su boca, fue entonces cuando cerró los ojos y se relamió.
Luego no hubo ni tan siquiera un adiós.
Ella
confirmó lo que durante semanas había presentido. Ese momento de placer fue el
último gesto de complicidad entre ellos.
Otras formas de Hablar Escribiendo en casa de Rossina