La calle del diablo
Aquel
día de feria, seria recordado por todos como el más aciago de la temporada. Lo
que se preveía como un final de fiesta apoteósico, se convirtió en la peor de
las pesadillas. Todo comenzó en la atracción más visitada de la Calle del
Diablo: El tren de la bruja. Yo les dije que se aunaban dos fuerzas terribles,
el diablo y la magia negra. Todos rieron mi ocurrencia absurda y pueril. ¿No
vas a cambiar nunca?–preguntó Lucas–, siempre tan supersticiosa y miedica, no
seas pájaro de mal agüero. Quise alejar ese presentimiento y disfrutar con
ellos, pero al acercarnos a la entrada de la atracción, un escalofrió me
recorrió todo el cuerpo.
Los
vagones se llenaron de gente, animados por un ogro y una bruja esperpéntica,
que dando escobazos, conminaban a los visitantes a tomar asiento. Música
tétrica, aullidos y temblores hacían reír a unos y a otros, pero yo no
conseguía formar parte de la diversión, algo que no sabía identificar me
intranquilizaba. Sonó una campana y el tren comenzó a rodar por los raíles. Un
chirrido hizo que todos se taparan los oídos. Dentro, en el túnel, la oscuridad
reinó. Cadenas y quejidos, sombras que sobrevolaban nuestras cabezas, manos que
tocaban sin rozar apenas, soplos como susurros, voces amenazantes, y sangre,
mucha sangre…
Durante
los días siguientes, la noticia central en todos los periódicos fue, el extraño
suceso del tren de la bruja.
Los
pasajeros del vagón de cola, habían desaparecido.
Participando
en la propuesta de Teresa Cameselle,
si queréis pasar mucho miedo visitadla y leer al resto de amigos y amigas.
Feliz Haloween.