Releí
el artículo por última vez, mientras posé mi dedo sobre la tecla intro. Era
consciente de lo que sucedería tras pulsar ese botón, aun así apreté, sin
dejarme llevar por el bulle bulle, que se me agarraba en la boca del estómago,
siempre que me enfrentaba ante una situación así. Desde mi escritorio, despacho
improvisado de un periodista jubilado, creé mi propio blog. En él quedaban
patentes aquellas noticias que otros desestimaban, y que yo me sentía en el
deber de hacerlas públicas.
Mis
abogados argumentaron que a pesar de estar retirado de la profesión, seguía
siendo periodista y que jamás denunciaría mis fuentes. Uno a uno, los miembros
del jurado fueron ocupando su lugar. La voz del magistrado sonó firme e
impersonal. De pié frente a él, esperé el veredicto. En cuestión de
segundos mi vida podía cambiar para siempre, o mantenerse en el mismo orden en
el que había estado transitando hasta ahora. El portavoz del jurado miró
fijamente al funcionario, luego sus ojos descendieron hacia el papel que
sostenía entre sus manos. – Declaramos al acusado, culpable, –dijo sin mostrar
un mínimo gesto de empatía.
No
quise que las emociones me embargaran nublando mi mente, pero la desolación
cayó sobre mí, como un rayo cae en tierra seca y partiéndola en dos, la brecha
traga todo lo que encuentra sobre ella. Yo tan solo intenté tragar, mi propia
saliva espesa.
Durante el transcurso del juicio, no se tuvo en cuenta, si lo expuesto era cierto o no, aun aportando las imágenes que corroboraban mis palabras: una instantánea del gobernador junto a una joven en actitud comprometida. Esta filtración no ayudaba precisamente, en su campaña política. Pero el fondo de la denuncia no fue éste, sino mi claro enfrentamiento con la cúpula del poder periodístico. La misma que negó una y otra vez conocer lo expuesto en mi artículo. Era de esperar, sus propios nombres aparecían en él y eso era cruzar la línea permitida. Lo que no pudieron controlar fue, que mi página, la noche de conocerse la sentencia, la visitaran varios millones de usuarios.
La noticia, estaba en el aire.Durante el transcurso del juicio, no se tuvo en cuenta, si lo expuesto era cierto o no, aun aportando las imágenes que corroboraban mis palabras: una instantánea del gobernador junto a una joven en actitud comprometida. Esta filtración no ayudaba precisamente, en su campaña política. Pero el fondo de la denuncia no fue éste, sino mi claro enfrentamiento con la cúpula del poder periodístico. La misma que negó una y otra vez conocer lo expuesto en mi artículo. Era de esperar, sus propios nombres aparecían en él y eso era cruzar la línea permitida. Lo que no pudieron controlar fue, que mi página, la noche de conocerse la sentencia, la visitaran varios millones de usuarios.