El sol despertaba radiante, pleno en su plenitud más absoluta. Abrió sus ojos y desperezo su cuerpo. Atrapó ese mechón de pelo que le cubría el rostro sujetándolo con la pinza que sobre la mesita de noche dejó cuando el sueño la vencía.
Solo posar sus pies en el suelo de este su mundo, una melodía se paseo por sus labios. Tarareó mientras preparaba su taza de café, tarareó mientras se vestía, tarareó mientras aceleraba sus pasos para tomar el autobús de las ocho.
Estaba alegre, feliz mejor, estaba feliz. Las palabras de Pablo acariciaban aún sus oídos.
¿Vendrás?
Al recordar su respuesta, sonrió. ¡Cuánto tiempo! esperando esa pregunta
En su ensoñación imaginaba ese encuentro, las miradas, las caricias, los abrazos.
Deseo y pudor entremezclados, deseo ardiente de entrega, pudor por despojar su cuerpo y su alma de disfraces, de máscaras.
Ella y él frente a frente, cuerpo a cuerpo y su amor allí, testigo presente.
Pablo volvió a mirar el reloj, ansioso, deseoso de que los minutos murieran velozmente.
Desde el primer instante, desde esa primera vez que hablo a solas con Elvira, supo que todo cuanto había soñado en una mujer ella lo reunía. Dulce, tierna y tremendamente divertida.
¡Elvira, Elvira!
Colocó en la mesa un mantel blanco comprado para la ocasión, deshojo sobre él unas rosas, llenó dos copas con vino, encendió unas velas. !la música!, no podía olvidar la música. Ahora sí, todo estaba perfecto.
Elvira se sentía excitada, inquieta. Para sosegar su acelerado corazón decidió pasear, llegaría a casa de Pablo un poco más tarde, pero llegaría más serena.
Pasó frente a una heladería, ummm! Helado de chocolate, que irresistible tentación. No reprimió su deseo, compró un cucurucho con una gran bola de negro chocolate. Lo mordió golosa, el helado al calor de su boca se derritió, transformándose en un río de ligera y suave crema.
Pablo comenzaba a inquietarse, Elvira no llegaba. Una hora tarde, dos, tres…Las velas consumidas mancharon de cera el blanco mantel.
Elvira cruzo la calle que la separaba de la casa de Pablo.
Me está esperando, me está esperando.
Su corazón palpitaba con tal fuerza que creyó escuchar su pom pom pom.
Al llegar al portal, una enorme puerta de cristal la recibió, ella se detuvo justo enfrente y un escalofrió recorrió su cuerpo, sintió miedo, un miedo que la paralizaba, deseó gritar pero su grito se transformó en un silencio glacial. ¿Cómo era posible no ver su imagen reflejada en esos cristales?
Volvió a mirar y allí no había nada, nada se reflejaba.
Un recuerdo sin sentido llegó a ella, luces cegadoras,un golpe seco, gritos a su alrededor y ese dulce sabor a helado de chocolate inundando su boca...