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miércoles, 29 de agosto de 2012
miércoles, 22 de agosto de 2012
ESTE JUEVES UN RELATO: Fotografía Inspiradora
CAFETERÍA VERONA
Entró en la
cafetería de la esquina. Con la mirada buscó la mesa que ocupo la última vez
que estuvo allí. Al verla vacía, sonrió.
Para acceder a ella, se abrió paso entre la clientela, a esa hora el
local se hallaba muy concurrido.
¿Qué tomará?
Le preguntó la camarera
Café con
unas gotas de leche. Muy caliente, por favor.
Bonita
taza, pensó cuando se lo sirvieron.
Con el primer sorbo recordó las palabras de
Gerardo:
Encontrarás
la clave de la caja fuerte, en una jugada de ajedrez…
La mesa,
era el tablero. En las esquinas de los distintos escaques, si entretenías la
mirada, se percibían unas minúsculas marcas, distintas unas de otras.
Ella las anotó
una a una en la servilleta con la que limpiaba la humedad que dejaba en sus labios
el café con leche. Fuerte, intenso y muy
caliente, como ahora acontecería el tiempo en su vida…
Otras inspiraciones cafeteras con 150 palabra (más o menos), en casa de
sábado, 18 de agosto de 2012
Con un beso la mujer se hizo de agua
Con un beso
la mujer se hizo de agua…no
terminó de leer la frase. Dejó el libro sobre la mesa vacía. Frotó sus ojos
ahuyentando el sueño, se sentía cansada.
La oscuridad era intensa, un cielo sin adornos la cubría. En el jardín comenzó
a hacer frío. Tal vez debería entrar, pensó, pero se estaba tan bien fuera. El
olor intenso y dulce mezcla de las flores que lo poblaban, le resultaba tan
agradable, que cada día alargaba más y más las horas de estar allí. El jazmín,
las azucenas, la dama de noche…. Cerró los ojos y se abandono.
Con un beso la mujer se hizo de agua… no podía olvidar esta frase, le traía tantos
recuerdos. Movió su cabeza, queriendo descolocar los pensamientos, un intento por
aclarar las ideas que le llegaban a borbotones, precipitándola a
sentir de nuevo, a revivir una y otra vez esos días en los que como agua , ella
se escapaba entre las manos de él.
Con un beso la mujer se hizo de agua...dejó el libro sobre la mesa vacía. Se froto los
ojos, ojos cansados por un duro día, los años no perdonan. En un susurro
repitió la última frase del libro que estaba leyendo, Con un beso la mujer se
hizo de agua. ¡Cuántos recuerdos ¡ pensó. Él, cautivo, preso entre los pliegues
de su piel observaba sus gestos encendidos. Esos ojos cerrados en cada profunda
inspiración, esa boca entre abierta esperando el beso que no llega. Boca sedienta de rocío. Acompasado ritmo, entre
caricias perdido.
Todo un paisaje por
descubrir, orillas por donde caminar, océano donde ahogar este nuevo amanecer. La
atrae, la atrapa, la respira. El aroma de ese cuerpo se adueña de su corazón
resquebrajándolo en dos. Le habla para calmar esta tortura: Tienes la agilidad de las yedras, el poder del viento. Te cuelas
en mí, me calas, te enredas y yo te dejo desmembrar mis días, quebrantar mis
noches. Tu risa alimenta mi soledad, me da la vida. Tu risa, mantra melodioso,
rosario recitado.
Profunda locura, nada
pudo detener el paso errante de la pasión. Pero la pasión muere al morir la
noche y todo pasa y se olvida.
Con un beso ella se hizo
agua y como agua se escapó de entre mis manos.
El mismo día a la misma
hora, cerraron el libro. Habían llegado a su final, el desconsuelo les agarró.
La frase Con un beso la mujer se hizo de agua, nace de un micro relato de Encarni , lo podéis leer en el blog Lo que pienso lo escribo aquí ,a partir de ella se pensó que cada miembro del grupo Café de Palabras escribiese lo que le naciera.
jueves, 16 de agosto de 2012
ESTE JUEVES UN RELATO: El Calor, La Calor
Bajo la sombra de la vieja encina, se dejo caer. El sol azotaba con fuerza
a esa hora. La espesa calina arrastraba un aire irrespirable. La sequedad
del ambiente y el duro trabajo acometido, hizo que su cuerpo le reclamara un
buchito de agua fresca. Al inclinar el botijo, cerró los ojos. Qué placer
sentir ese frescor abriéndose paso dentro de él…Saciar la sed de este modo
siempre le pareció tan sensual… sobre todo cuando vio a Dolores beber de esta
manera.
Él la observaba, cuando decidida agarró el búcaro empinándolo sobre su
cabeza. Un chorro cristalino se precipitó sobre su boca. Tanto cayó que
no dándole tiempo a tragar, por las comisuras de sus labios, el agua se le
rebosaba. Con el revés de su mano secó ese camino empapado, pero unas gotas
revoltosas resbalaron por el cuello abajo hasta alcanzar sus pechos. Rió
bulliciosa y alegre al sentirse invadida.
Él continúo mirándola mientras sus pasos se alejaban, hasta perder su
imagen tras el horizonte.
Hoy, en las horas muertas de la siesta, rememora el ardor de ese momento.
Los 46 grados, que la radio anuncia, nunca podrán compararse, con el calor
que sintió aquella tarde.
Otros muchos calurosos los encontrareis abanicandose en casa de Mª José
sábado, 11 de agosto de 2012
EL ENCUENTRO
Tiempo, puedo sentirte y acariciarte,
si paso mis manos, sobre la piel desnuda de mi cuerpo; sobre los surcos que los
días dejaron a su paso tatuando sus horas alrededor de mi ojos, alrededor de mi
boca. Vivencias, sueños, trabajos, risas, llantos, todo está dibujado por ti en
mi.
Ella
Ella se
miraba en el espejo de su cuarto, mientras peinaba sus cabellos blancos. Como
siempre tras cepillarlos, los recogía en un moño muy bien armado. Luego como
una caricia, lo atusaba untando en sus manos una especie de gel engominado. Un
poco de rubor en sus blancas mejillas y el rojo carmín que nunca le faltaba.
Aun conservaba el gusto por ese color. Una geisha parezco, le decía sonriendo,
al reflejo de su rostro en el cristal.
Frente al
armario elige la ropa con la que hoy quiere vestir su cuerpo. Su elección
siempre la basa en cómo se encuentre su estado de ánimo; si intuye desesperanza
el vestuario debe ser verde, si está decaída el rojo es su aliado. Hay también
muchas prendas negras, pero están descartadas.
El toque
final: unas gotas de perfume. Una última mirada antes de salir de la soledad
con la que convive en la noche. Sonríe, esa mujer anciana así arreglada, hace
que se sienta veinte años más joven.
Le gusta
madrugar, sentir el frescor de la mañana y el silencio del comedor. Solo ella y
el tintineo de la cucharilla al remover el humeante café. Luego a medida que las
horas avanzan los residentes van ocupando las mesas vacías. Todos la saludan. Ella
habla con unos y otros, atenta a todo lo que a su alrededor acontece. Su
momento de intimidad ha pasado.
Más tarde
cuando el sol comienza a calentar los rincones del hermoso jardín sale a
pasear, siempre acompañada de un buen libro, hoy ha decidido leer poesía, le
gusta la poesía.
Marisa hace ya
diez años que vive en esta residencia. Su carácter alegre y desprendido le hace
merecedora del cariño de los residentes y de los empleados que allí viven. Suelen contarle sus desencuentros, sus
preocupaciones, algún que otro desliz... Ella les escucha, es lo que todos
esperan, ser escuchados y sentirse queridos. Ella les hace feliz y a cambio
ellos se lo hacen sentir a ella.
Él
Hace un mes
que Julián llegó. Hombre taciturno, seco, áspero y callado, muy callado. No se
relaciona con ningún interno. El personal se queja de su rudeza al dirigirse a
ellos. Independiente, no quiere que nadie se ocupe de él. Por no querer, no quiere
ni los buenos días. Sus ojos siempre mirando al suelo. Un gruñido por respuesta
a todo lo solicitado.
Viste con un
gusto exquisito, siempre, traje gris de fino paño y corte perfecto, hay días
que apuesta por no llevar corbata. Este gesto le confiere un aspecto más
desenfadado, como más cercano, pero solo lo hace de tarde en tarde. Ella se dio cuenta de esta coquetería.
Desayuna
solo en una esquina del salón, así pasa desapercibido, o eso piensa. Tras terminar su café, toma el periódico del día
que reposa sobre el mostrador y sale al jardín. Se sienta en el mismo banco, bajo el mismo árbol. Cada día
igual, nada varía. Su vista clavada a la tierra, sus pies aferrados a ella, sus
ojos tristes, siempre tristes.
Él lee, ella
lee. Marisa y Julián, Julián y Marisa.
Una mañana
de primavera, cuando las flores cuajaban el patio, cuando el olor a jazmín lo
inundaba todo, ella levantó la mirada de su libro de poemas, el levantó la vista
del periódico ya mil veces repasado y leído.
Ellos
Sus miradas
se encontraron, cómplices y curiosas se entretuvieron. En ese preciso instante
el tiempo se detuvo. No hubo ayer. No habrá mañana. Solo para ellos el tiempo
dibujó el hoy.
El tiempo
que marca el paso de las horas, el tiempo que dicta los cambios en el ritmo de
la vida, el tiempo que dice corre o espera, vive o muere. A ellos les gritó:
ama.
jueves, 9 de agosto de 2012
ESTE JUEVES UN RELATO: Recuerdos, sueños, pensamientos.
365 Noches
Dos hombres
con el rostro oculto, tras una especie de mascara amorfa, se aproximaban hacia
el lugar donde Ruth se hallaba. Ella expectante, sin comprender muy bien el
porqué de su presencia, los observaba en
ese lento y extraño caminar que arrastraban, violando su mundo. Uno de ellos
movía exageradamente los brazos como queriendo abrazar el viento. El otro más
bajito y rechoncho, daba unos saltos dramáticos pasando el peso de su cuerpo,
de un pie a otro. A medida que ellos avanzaban, Ruth retrocedía, desandando sus
pasos, pero ellos avanzaban mucho más aprisa que ella. La ansiedad se le agarro
en la boca del estomago. Esperpénticos, pensó.
Cuando
faltaban solo cuatro o cinco pasos para enfrentase a esos tipos de traje oscuro
y rostro velado, una explosión lleno todo el espacio de humo. Ruth manoteo en
el aire para despejar la espesa bruma. Asustada, sentía la presencia de ellos,
podía escuchar su ronco respirar. El
aire que emanaban tenía un amargo sabor. Forcejeó hasta poder vislumbrar la
luz. Los hombres ya no estaban.
Se encogió
de hombros, no comprendía nada. Salió de aquel lugar sin darle vueltas a lo
vivido.
Entró en una gran sala, luego en otra y otra más. Perdida, quiso salir de aquel insólito lugar, pero allí no había puertas, solo un ventanuco desvencijado. La idea de no poder atravesarlo la perturbo, aun así, decidida , dio un salto queriendo alcanzar el quicio. Se aferro a él, como quien se aferra a los últimos segundos de una vida que agoniza. En ese dejarse hacer, cayó, deslizándose hasta llegar a un frondoso valle. Alucinante visión. Verde todo verde, solo salpicaba esa mullida alfombra de hierba fresca, una multitud de florecitas de vivos colores. Descalzó sus pies y caminó hundiéndolos en esa lisura, luego se detuvo.
El cielo poco a poco se fue cubriendo de nubes. Nubes blancas que en solo un instante se tornaron grises, negras. Colisionaban unas con otras, engulléndose en una lucha sin piedad. Enfadadas escupían luminosos rayos que se clavaban en la tierra. Pensó que las fuerzas errantes de la vida querían castigarla por algo que dijo, por algo que hizo, por algo que tal vez solo deseo. El miedo la estremeció. Corrió buscando cobijo sin encontrar donde guarecerse, esta indefensión la paralizó. Cerró los ojos, como en un intento de hacer desaparecer todo o desaparecer ella.
Entró en una gran sala, luego en otra y otra más. Perdida, quiso salir de aquel insólito lugar, pero allí no había puertas, solo un ventanuco desvencijado. La idea de no poder atravesarlo la perturbo, aun así, decidida , dio un salto queriendo alcanzar el quicio. Se aferro a él, como quien se aferra a los últimos segundos de una vida que agoniza. En ese dejarse hacer, cayó, deslizándose hasta llegar a un frondoso valle. Alucinante visión. Verde todo verde, solo salpicaba esa mullida alfombra de hierba fresca, una multitud de florecitas de vivos colores. Descalzó sus pies y caminó hundiéndolos en esa lisura, luego se detuvo.
El cielo poco a poco se fue cubriendo de nubes. Nubes blancas que en solo un instante se tornaron grises, negras. Colisionaban unas con otras, engulléndose en una lucha sin piedad. Enfadadas escupían luminosos rayos que se clavaban en la tierra. Pensó que las fuerzas errantes de la vida querían castigarla por algo que dijo, por algo que hizo, por algo que tal vez solo deseo. El miedo la estremeció. Corrió buscando cobijo sin encontrar donde guarecerse, esta indefensión la paralizó. Cerró los ojos, como en un intento de hacer desaparecer todo o desaparecer ella.
Dos, tres…,
segundos, minutos, horas, no supo precisar. Apretaba con tanta fuerza sus ojos
que sintió dolor en ellos. De repente.
Un sonido ensordecedor Rig, Rig, Rig.
Ruth
sobresaltada gritó. Estaba empapada en sudor. El corazón golpeaba su pecho y toda ella temblaba.
Martín se conmovió.
- ¿Otra
vez los mismos sueños ?... Tranquila,
tranquila.
Inspiró
recobrando la calma. Se levantó dirigiéndose a la cocina, se preparo un vaso de
leche. Mientras lo bebía, recordó la voz de su madre:
_Nada mejor para alejar los malos sueños, que un buen vaso de leche calentita.
_Nada mejor para alejar los malos sueños, que un buen vaso de leche calentita.
Muchos sueños, recuerdos, pensamientos, pesadillas, en casa de Mª José.
miércoles, 1 de agosto de 2012
ESTE JUEVES UN RELATO: El tiempo en el tiempo
Hace
unos años, así como veinte.
Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
Hoy llega al fondo de mi alma el sol;
Hoy la he visto…, la he visto y me ha mirado…
¡Hoy creo en Dios!
Rima
XVII- G. A. Bécquer
Solo
hacía cuatro días y medio que le conocía, cuando decidió invitarle a tomar un
café. Mientras le estaba contando y explicando lo que sentía, pasó entre las
copas la mano vuelta hacia arriba. Se quedó mirando su mano clara con
desconcierto, con ese gesto entendió que le llamaba, y le acercó la suya.
Le
agarró con decisión, como queriendo retener el tiempo, como queriendo retenerle
el corazón, como queriendo… La mantuvo unos momentos, no supo cuántos, pero
seguro que fueron muchos, o no, hoy no lo puede precisar. Una emoción indefinida
se le agarró al cuello y un deseo de llorar casi imposible de frenar, se le
acumuló en los ojos. Se quedó inmóvil, sin poder hablar, solo sintiendo y
deseando prolongar ese instante, viviéndolo como un regalo inesperado.
Sus
ojos se quedaron fijados sobre los de ella intentando adivinar, pero la
sensación tan fuerte que tenía, no le dejaba actuar con normalidad.
Cuando
le soltó, sin poder evitarlo, revivió una y otra vez ese momento, no quería
hablar ni pensar, necesitaba estar solo consigo, en una intimidad recurrente…
podía sentir su mano aferrada a la suya, y esa sensación desconocida para él,
se repetía en su mente y en su cuerpo una y otra vez sin descanso.
Quien
iba a imaginar que veinte años después le llevaría al mismo lugar, y volvería a
tener las mismas sensaciones…, aunque para sus familias serán siempre dos
amigos.
En
esto andaba, perdido entre la tinieblas de un pasado que por fin se hizo
presente, y es que el tiempo gira de una forma que los humanos no entendemos,
el ayer se hace hoy, el mañana… , ¿quién conoce el mañana?
Para conocer otros tiempos hay que hacerle una visita a Matices, vamos no dudeis.