En la mañana de otro
día que nace,
veo mi reflejo en el
espejo del tiempo,
un tiempo cruel que no
perdona .
Espera, detente –le
grito–
Déjame saborear por un
instante,
esta brisa suave de
primavera.
Deja que me conduzca de
nuevo
hasta la cima de mi corazón en llamas
Y cómplice me devuelve la
imagen,
de mi sonrisa de
siempre.