En esta convocatoria
Mª José, nos invita a escribir un relato partiendo de dos ideas inspiradoras, Dos pies forzados a elegir, en los que hay que incluir cinco palabras. Yo he elegido el primer comienzo: La chica de las pecas tuvo un presentimiento... y las cinco palabras son: soberbia-hermana-poder-adivina-ofensa. Y esto es lo que me nació.
El náufrago cautivo
La chica de las pecas tuvo un presentimiento, su hermana
lo supo al verla levantar la mano, y en trance, tocarse el corazón. – Ese
hombre no es para ti, –le dijo intentando que su voz no sonara a ofensa–, aunque
cierto recelo sí que percibió, sobre todo por su mirada esquiva. Eloísa tenía
un poder, algo que se escapaba al entendimiento de ambas jóvenes; era adivina y
de las buenas. La gente buscaba sus consejos y sus predicciones. Vaticinaba
embarazos, bautizos, muertes…, por eso no entendió cómo no supo ver el cambio
que se produjo en Inocencia, la pequeña de la casa, y es que esta al escuchar
que Rufo no sería para ella, desplegó sus armas ocultas, las que la abuela le
contó que ella también poseía, y llegado el momento oportuno sabría usar. Sin
temor, tras escuchar el vaticinio de Eloísa, recitó las palabras aprendidas y
esperó a que obraran.
Las campanas repicaron a boda. Eloísa entró triunfal en
la iglesia, estaba soberbia con su vestido de novia. Despacio caminó sobre la
alfombra roja que tapizaba el suelo, el novio la esperaba al pie del altar.
Como había dictado, Rufo no era hombre para su hermana, aunque sí para ella.
Casi concluía la marcha nupcial, cuando un tic la inquietó. Su mano cobraba
vida, por más que ella intentaba detener
el movimiento, esta se alzó una y otra vez, hasta siete le contaron los
allí presentes, para tocarse el corazón. Rufo custodiado por siete damas de
honor, la esperaba sonriente.
No, Rufo no era para su hermana, era para ella. Y si su
mano no se equivocaba, para siete amigas más.