Sobre la línea del horizonte se cierne un enjambre de nubes negras, anuncian
la tormenta que está por llegar. Se arremolina el viento recio sobre ellas y como
en danza nupcial, las zarandea. Raya el amanecer desligándole de todo
pensamiento presente, se desdibuja su cuerpo gris plateado y se alza la voz y el
gemido. Cierra sus ojos y aparece la niña mimada colmada de antojos que fue.
No hay quejas entre sus labios, la vida le ha tratado con amabilidad. Hubo
obstáculos, no lo va a negar, pero su voz no aúlla hiel y veneno, de hacerlo hoy
en su rostro se dibujaría un rictus agrio de culpa y eso a ella no le agrada,
porque le gusta la risa y el abrazo, las palabras dulces y el gesto amable.
Llegar hasta aquí no fue difícil, tampoco fácil pero aquí está, intentando ser feliz
hasta donde pueda serlo o la dejen serlo. Respira en calma, cuenta los
momentos vividos y recita una letanía.
Ruge el cielo, ya huele a tierra mojada.
Otras visiones sobre la propuesta en el blog de Inma