Embalando llevaba días lo que no era imprescindible en su cocina, cuando entre los últimos estantes, en los que pensó no quedaba nada de repente apareció ese tazón marrón. Sobre los peldaños de la vieja escalera un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Su mente se detuvo en el tiempo, ¿cuántos años habían pasado? De lo acontecido en esos años su mente había decidido borrarlo todo, tanto dolor no le hacía bien.
Tres años tenía cuando quedó huérfana, su madre murió sin hacer ruido como había vivido, en la soledad más sola, sin brazos que la sujetaran a la vida. Joven, solo veintisiete años tenía, no conoció la felicidad, tal vez como único alivio a una vida carente de amor los ojos negros de esa preciosa niña la llenaron de ternura cubriendo los espacios muertos y secos de unos días marchitos, escarcha hiriente de un alma que vaga sonámbula en la noche oscura, sin luna que se refleje. En ese mismo instante María conoció el abandono.
Un padre serio, parco en manifestaciones, sin sensibilidad aparente, fue lo que la pequeña niña encontró. Solo vivía para el trabajo, solo encontraba salida a su tosca vida de rutinas plagada, colgando a su hombro la escopeta de caza, desfogaba tanta amargura disparando.
Y la bella, bellísima mujer de la que se enamoro con solo presentirla en aquella fiesta a la que extrañamente acudió, sentada en una vieja silla, rota por el miedo de la noche lo esperaba. El tras horas de caza y bravo nadas, silencioso entraba y se dejaba caer en el pajar, no era capaz de asomar su rostro y pronunciar un Martina, estoy aquí, y a ella temerosa de las sombras anochecidas, la descubría el amanecer apoyados sus brazos sobre la mesa, mal durmiendo un sueño de eternas pesadillas. Cama vacía sin huellas calientes de cuerpos que yacen entrelazando amores. ¿Dónde se perdió aquel amor ¿ ¿En qué esquina de las mil calles andadas equivoco sus pasos?
Decidió Martina un día, en el que un nuevo ser desgarraba sus entrañas que nada tenía sentido y se dejo morir. Hijos huérfanos sin unos labios que los bese, sin una voz que les hable, sin unos brazos que les abracen. El niño un año más tarde la siguió.
Poco tardo el hombre en sustituir el olor de mujer, otros pasos posaron sus huellas en las marcas dejadas por los pasos de Martina.
Pero lo que se había hecho hábito, sin apenas percibirlo, se tornó cambio. El dueño se volvió dueña, el amo ama. Gritona, déspota, tomó la vara de mando y el hombre altanero, gallardo, apuesto, galán sin galanterías se tornó dócil cordero y su rumbo viró. Más taciturno, siempre más cabizbajo, dominado y vencido dejó de sonar en el mundo de esa gran casa, hogar que día a día había dibujado Martina, cobarde entre los más cobardes dejo que se difuminara, consintió que esa hermosa niña de princesa se tornase cenicienta.
La niña despierta observaba y en las noches negras escapaba, hacía su hatillo, sobre su espalda lo cargaba y encaminaba sus pasos fuera de esa jaula en la que la domadora tomaba el látigo y batiéndolo al aire cortaba sueños y esperanzas. Poco duraba su fuga, ese despojo de hombre iba en su busca y la cenicienta regresaba, siete hermanastros crio, una niña de doce años a cada lado de su pequeño cuerpo arropaba, protegía y los arrullaba, mientras la señora dormía descansando su blanca piel nunca cuarteada.
Años y años pasaron y dos viejos amargados se forjaron. Él delicado de salud, tanto dolor dejó marcas en un cansado corazón, despertaba bien entrada la mañana, ella tomaba ese tazón marrón, el mismo que ahora se le aparecía, y sin mediar palabra se lo lanzaba, frio café como fría era su mirada.
-¡Debiste levantarte antes!, y el tomaba en sus temblorosas manos el tazón marrón, desportillado, descascarillado y con cuidado lo acercaba hasta sus labios temiendo un corte mal calculado, agggg!!!, frio y sin azúcar que endulzara el día.
Ella churritos calentitos, rosquillas recién horneadas. El mendrugo duro de pan, sobras de otros días, y la hija que se le rompe el alma, ya adulta se le enfrentaba, guerra perdida, la maldad en su alma no anidaba.
-Eso es lo que hay, grita la madrastra.
Triste existencia proporciono a Martina, como triste existencia le devolvió Juana.
Una noche lluviosa apoyo su brazo en el desvencijado sillón, suspiró y su viejo corazón dejo de latir, sin alardes se marchó.
Esta hija que no disfruto del amor de unos padres, se prometía cada día, no devolver jamás a la vida tanta amargura, ella la inundaría de sonrisas y alegría y así lo hizo.
Hoy con la taza en la mano llega a su memoria el viejo refrán “la primera escoba, la segunda señora”, dos lágrimas rodaron por sus arrugadas mejillas.
-¿Y esto mamá? Le preguntó Juan.
- Eso para la basura.
- ¡Crassss! Sonó la loza del tazón marrón..
-¿Y esto mamá? Le preguntó Juan.
- Eso para la basura.
- ¡Crassss! Sonó la loza del tazón marrón..
se nota que has puesto toda la carne en el asador, o mejor dicho en la taza. Te deseo mucha suerte de corazón.
ResponderEliminarbesitos.
Una historia muy triste y emotiva. Empatizas con Martina y su hija, con su trágico destino y doloroso pasado. Qué importante es el amor de los padres y el hogar donde venimos al mundo, ellos son los que nos dan la fuerza para luchar y la confianza en nosotros mismo.
ResponderEliminarHas sido capaz de llevar el dramatismo del texto hasta la última línea.
Suerte y un abrazo.
Esa taza me da el desayuno. Ojalá sirva a todos para recibir sustento y felicidad...y, ¿ves? también genera bellas historias.
ResponderEliminarUn relato de una existencia dura pero en una persona buena, sus propósitos de devolver sonrisas a la vida solo hace ensalzar su persona. Un relato desgarrador con un punto de angustia en la lectura que hace vivírlo como si conocieras la historia.
ResponderEliminarUn beso
Querida San:
ResponderEliminarpor un error de fechas me suprimieron momentaneamente la cuenta, piensan que tengo menos de 13 años JAJAJAJAJAJAJAJ
Asi que esta sera por un tiempo el nuevo blog
http://abuelacyberacunandopalabras2011.blogspot.com/
Cariños
La infancia dolorosa marca para siempre...los niños están expuestos a los problemas de los adultos que los rodean, creando en ellos inseguridades y conflictos internos que arrastraran siempre.
ResponderEliminarUna narración con un final muy adecuado.
Me ha gustado.
Suerte en el concurso.
que historia mas desgarradora !!
ResponderEliminarpero el final es esperanzador
Suerte
Unbesazo
No hay mejor lugar para ese tazón de tu historia. Tan dura y triste y tan bien rematada :)
ResponderEliminarun abrazo ¡suerte!
Yo también rompería el tazón después de tanta infelicidad. Una historia triste, de una infancia triste, que por desgracia ocurre algunas veces en la vida, hay muchas Martinas te lo puedo asegurar y también padres como el de Martina. Pues niña, le has puesto imaginación al tazón,yo te voy a coger el pan para hacerme mañana unas tostadas :)
ResponderEliminarUn beso.
Y suerte en el concurso.
Que historia mas dura y desgarradora. Gente que ni vive ni deja vivir se encarga de amargar al resto y si es de su sangre más aun.
ResponderEliminarLo mejor, el final, esa taza rota que debió de romperse mucho antes.
Un relato muy bueno.
Un abrazo y mucha suerte
Historía ficticia la tuya pero las hay verdades.
ResponderEliminarSí, el mejo rsitio para esa taza es la basura sin dudarlo . Un abrazo
UN TEXTO MUY TRISTE PERO NO POR ESO MENOS BELLO.
ResponderEliminarSUERTE.
Una estupenda historia. Te deseo suerte en el concurso. En él nos vemos. Salud.
ResponderEliminarLa eterna historia de hijastras y madrastas. LLebada ese sí con gran lujo de palabras y frases brillantes. Has encontrado el justo modo de hilar, y de tejer un relato clásico, en tiempos modernos.
ResponderEliminarPara mí, es una estupenda narración. Y te deseo una buena puntuación, que sin duda la tendrás. Besos
Una historia triste pero que puede ser perfectamente real, me ha gustado mucho el final. Suerte en el concurso.
ResponderEliminarCuántos recuerdos puede traernos una simple taza.
ResponderEliminarUna historia dolorosa pero muy bien narrada.
Suerte y besos
Muy buena historia San. Tan bien narrada que me metí en el papel, me imaginé esa niña de ojos grandes y mirada asustada, ansiosa de ternura y llena de amor para dar. Historia ficticia pero en la que se más de uno se verá retratado. Me encantó. Enhorabuena.
ResponderEliminarTe dejo un beso San.
Muy bien, me gustó muchísimo tu relato.
ResponderEliminarUn abrazo
ibso