A
medida que me acercaba a la sacristía las voces de don Agustín se iban haciendo
cada vez más patentes. No puedo creer que un mocoso de tan solo seis años, se
haya atrevido a cometer semejante acto, le decía al sacristán. Pero don Agustín,
¿no se dio cuenta de que era él?, le preguntó este con cierto temor, si lo
tenía frente a frente. Ante este hecho el cura bufó con más cólera. No, no me di
cuenta hasta que el pillastre tenía el Cuerpo de Cristo en la boca. ¡Demonio de crio! Y tú, me
señaló con el dedo índice a punto de disparar, ¿qué tienes que decir? Nada, no
podía decir nada, porque tras escuchar la fechoría del pequeño truhan, me quedé
muerta. Paco, el pequeño y dulce Paco, el rubito de ojos azules y cara de ángel, se había metido en la fila de
la misa de doce y sin tener en cuenta que aún faltaban tres semanas para la
ceremonia del sacramento de la comunión, él había comulgado. Y allí estaba,
sentado en el sillón del cura, balanceando sus pies, mirándonos sin saber a qué
venia toda aquella tragedia, si él tan solo hizo lo que su catequista, o sea
yo, le había estado contando durante tantos meses. Pero Paco, ¡por el amor de
Dios!, ¿qué has hecho? Pues eso… contestó el infeliz, amar a Dios.
Otras historias "por amor a Dios" en el blog de Maribel
Eso demuestra la barbarie de los acólitos de los diferentes dioses.
ResponderEliminarTenía razón la criatura!
ResponderEliminar=D
Existen chicos asi con una inteligencia sin igual y una forma de actuar diferente
ResponderEliminarGracias por compartir los pensamientos de tu mente
Hola Preciosa sonrisa! Jeje, me recuerda a una de mis hijas, no sé cuál ahora, que se metió en la fila (había ido con mi madre a misa?) y comulgó sin haber hecho la comunión. Como el niño de tu historia, hizo loque vio hacer a los demás. Tendré que preguntarles para que me refresquen la memoria.
ResponderEliminarUn beso San,
Mar
Muy buena prespectiva, San. Me ha recordado las dudas que tenía en aquella época. A pesar de la inmadurez de los aspirantes a la "primera comunión", es un hecho que hasta ellos se dan cuenta de las múltiples contradicciones que contiene el relato que les cuentan (y si son incapaces de vivir más allá del presente ni comprender nada que no hayan experimentado como el mejor de los empiristas, imagínate lo que significa para ellos la fe ciega).
ResponderEliminarUn abrazo.
Y siguió con su cara de ángel rubio, sonriente ante la cólera negra del sacerdote, que nunca debió reprender a quien sólo hacía lo que creía bueno.
ResponderEliminarBesos.
Me ha recordado a una anécdota de mi infancia que toda ilusionada fui a la iglesia a comulgar ya que ya habia hecho la comunión. Me sentí muy feliz de tener a Jesús adentro, pero de pronto me acordé que había desayunado. Estuve como una semana pensando que iría al infierno.
ResponderEliminarUn abrazo. Maribel
Si todas las travesuras fueran como estas, pues vivan las travesuras.
ResponderEliminarHas puesto un poco de alegría a todos los relatos.
Un abrazo
Tantas reglas para todas las cosas: "Todavía no, todavía no, ahora sí, ya pasó..." como reza el manual del aguacate. Lo que con inocencia se haga, bien hecho está. Preciosa historia, un abrazo
ResponderEliminarTiene razón Carmen Andújar, tu relato es la nota más alegre de cuántos han participado.
ResponderEliminarMe ha gustado.
Un abrazo.
De todos los puntos humanos de vista de Dios, elegiste el más cercano a Él.
ResponderEliminarja, ja! me encantó San!!, mira que es este un tema que trae lastre, pero el tuyo me ha resultado refrescante!
ResponderEliminarBeso grande
Bendita inocencia la del niño, simplemente quiso estar más cerca a Dios! Me encantó.
ResponderEliminarBesos
Un amor así, es el que llena la vida de encanto. Un fuerte brazo amiga Chelo.
ResponderEliminar¿Y tanto problema por un trozo de pan ácimo? Habiendo tantas cosas reales por las qué preocuparse...
ResponderEliminarSaludos,
J.
Un niño asi merece el mayor de mis respetos
ResponderEliminarBravo chiquillo!!!!!!!
Cariños
te leo amiga
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