Mamá me dijo que papá había
muerto en la guerra, cuando un día le pregunté por él. Con esa respuesta cerró
un tema que jamás se volvió a tocar. Para no verla trabajar nunca fuera de
casa, vivíamos bien, holgados. Dentro de este territorio, era muy divertida y sociable, por
eso creo que recibíamos tantas visitas, sobre todo masculinas. Ahora bien,
fuera cambiaba totalmente, hasta sus ropas eran distintas; de la bata de seda
de colores que usaba en nuestro hogar, pasaba a trajes oscuros y muy recatados.
Era muy devota de la Virgen de los Desamparados, yo imaginaba que era porque
estábamos solos en este mundo, a pesar de tantas visitas. Todos los años cuando
procesionaban la imagen, ella presidía una gran fila de mujeres ataviadas con
mantillas negras. A mí me gustaba verla vestida así, lo que no me hacía tanta
gracia era que cada año para comprobar qué tal podía lucir su nuevo traje, yo
servía de modelo, y de tal guisa me fotografiaba para tener un recuerdo, decía.
Treinta años de recuerdos inmortalizados debieron quedarse clavados en mi
subconsciente, porque después de fallecer ella, aún continúo con esa tradición de fotografiarme, a
pesar de que mi esposa no lo termine de aceptar. Sobre todo por el aspecto que
tengo con la teja y la mantilla… y mi generosa barba negra.
Otros pasos de Semana Santa los podéis leer en el blog de Lucía: Sintiendo en la piel
Jajajaja,no me he podido reír más.
ResponderEliminarLa carcajada ha sido sonora y sigo sonriendo, o tiene una buena melena o la peineta se la sujeta con cinta de carrocero. Sigo riendo. Abrazos
ResponderEliminarQue bueno ese final ajjajaaj vamos que me he quedado con la boca abierta .
ResponderEliminarUn abrazo y muy original.
Hola San , muy buen relato .... Mira tú que yo me creía que era una niña la que narraba la historia , y mira tu por donde me equivoque , jajajajaja muy bueno te deseo una feliz noche besos de Flor.
ResponderEliminarjajaja el poder de las hipocresías! Uno ve lo que quiere ver y deja de observar lo que no quiere ver.
ResponderEliminarBrillante y literaria manera de enfocar con fino humor , estas fiestas tradicionalmente tristes.
ResponderEliminarBesos.
Que bueno!!! Me has dejado patidifusa. Besos.
ResponderEliminarEs muy bueno el relato :) Muy inesperado ese final y sí es cierto que algunas personas solo son apariencias...
ResponderEliminarMuchos besos, San.
jajajaja.¡Gracias!
ResponderEliminarExcelente!, con final inesperado y algo de humor.
ResponderEliminarUn beso
Dejas ver desde el principio qué pasaba en aquella casa.
ResponderEliminarPero...el final ha sido apoteósico ! Las madres algunas veces no tenemos medida.
Gracias por participar y por las risas.
Besos querida amiga.
Interesante, hasta el final.
ResponderEliminarBeso rasurado.
Muy original tu relato, sobre todo ese final.
ResponderEliminarUn abrazo
Curioso relato, San. ¡No me esperaba para nada el final!
ResponderEliminarBesos jueveros
Aplausos, San.
ResponderEliminarUn relato bien hilado y con un sorprendente final.
Además es más real de lo que pudiesemos hasta haber imaginado.
Me recordaste la película Flor de otoño.
Un beso enorme.
Buenas tardes, San:
ResponderEliminarEnhorabuena por tu relato, es toda una delicia: tiene un ritmo narrativo ágil y está resuelto con ingenio. He disfrutado con su primera lectura y aún más con la segunda.
Un abrazo, San.
Original, San. No me lo espereba.
ResponderEliminarUn abrazo.
jajaja... vaya que recuerdos de semana santa y aquella procesión
ResponderEliminarComo los magos en sus números, te sacas el conejo de la chistera. Bonito y sorprendente relato digno de ti.
ResponderEliminarTe has superado amiga mía y eso no es fácil. Divertido, mordaz, irónico, lleno de guiños este relato tuyo semanasantero. No se puede decir más con menos elementos. Una delicia.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Algunas personas sí que no saben respetar las tradiciones ajenas...
ResponderEliminarSaludos,
J.