Diana volvió a leer la tarjeta que con letras doradas rezaba:
IV Certamen de brujas y hechiceros, en ella indicaba hora y lugar de la cita.
En el claro del Monte, cuando la luna mengua y la oscuridad se cierne.
Se ruega asistir con traje de etiqueta.
Nada, no le apetecía nada acudir a tal evento .Cada certamen era igual, todas las brujas exhibían los logros de sus últimas pócimas y conjuros. Presuntuosos pavos reales luciendo su multicolor plumaje.
Ella era una atípica bruja, siempre lo fue.
De niña supo que era distinta, cuando presintió la marcha de su padre, lo vio maleta en mano abandonando la hermosa casa en la que habitaban. Lo ratificó cuando mirando a través de la ventana del colegio al que acudía, vislumbró a lo lejos la llegada de una nueva alumna, Luz quien se convirtió más tarde, en su mejor amiga.
Cada vez que sentía que una nueva visión llegaba a ella cerraba sus ojos fuerte muy fuerte queriendo alejar tal premonición. Y así creció viendo sin querer ver, sintiendo sin querer sentir.
Nadie podía imaginar esa cualidad que la poseía, ni tan si quiera Luz. Vivian en la misma calle y lo compartían todo, todo menos este secreto don.
Un día caminaban hacia su clase de piano, charlaban animadamente de ese joven que tanto gustaba a Luz, justo frente a ellas, un grupo de chicos y chicas cruzaban la calle entre risas y alocados gritos, un autobús se precipitó hacia ellos, Diana sin pensar movió su dedo formando un circulo en el aire y el gran autobús de un solo frenazo quedo pegado al asfalto. ¿Qué fue lo que le hizo mover ese dedo? Ella miraba sus manos asombrada. El conductor de un salto salió del auto para comprobar que había sucedido, los chicos y chicas quedaron paralizados y Luz
no acertaba a entender que pasó en tan solo un segundo. Diana la empujo cariñosamente: Vamos Luz llegaremos tarde.
Pe… pero ¿Qué ha sido eso?
¿Qué ha sido qué?
Ese día descubrió su fuerza, su poder. Podía cambiar ¡tantas cosas!, pero a ella tanto poder la asustaba.
Se prometió no volver a mover ese dedo mágico, aunque no lo pudo cumplir.
Y ahora cuando solo faltaban unos días para su mayoría de edad y su nombramiento como bruja oficial era inminente, tenía que preparar algún conjuro, una pócima, algo que sorprendiera a todos los asistentes al congreso, algo que parara todo esto.
Toda la noche anduvo entre tarros y verdes hierbas, colas secas de serpientes, dientes de dragón. No ceso su ir y venir hasta que por fin un verde liquido espeso fue cayendo gota a gota dentro de un frasquito de cristal. Fue entonces cuando rendida se dejo caer entre sus mullidos almohadones.
Al llegar la noche de los mil ritos, se vistió con sus mejores galas y subida en su escoba aterrizó en el llano del Monte, cuando la luz de la luna comenzaba a desaparecer dando paso a las tinieblas heladas.
Brujos y brujas, hechiceros y hechiceras se pavoneaban presuntuosos esperando su turno, iban a demostrar que sus pócimas y hechizos eran los mejores.
El chamán pronuncio el nombre de Diana.
Ella se situó en el centro del círculo de las cuatro estrellas y mirando a todos los presentes con voz calma habló:
Desde niña rehusé este don, no quería ser bruja
Y al unísono se escucho un ¡OHHHHH! Ella continuó haciendo caso omiso a los murmullos.
Esta noche podréis comprobar hasta dónde llega mi poder.
Del bolsillo de su abrigo saco el frasco de cristal y acercándolo a sus labios lo bebió hasta no dejar en él ni una sola gota.
Serenamente sentencio: No deseo ser bruja, quiero convertirme en una mujer mortal, normal, humana.
Un trueno rompió el silencio expectante generado por esta extraña petición. Diana giro una y otra vez, cuando sus giros se detuvieron nada quedaba de su anterior imagen. Una bella y esbelta joven se había convertido en una anciana de cabello blanco y piel arrugada.
Los cuatro niños abrieron los ojos pasmados, Lucas no pudo resistir más tanto silencio y con inocente voz preguntó.
¿Pero abuela porque no quería ser joven? ¿Por qué no quería ser bruja? ¿Por qué no quería hacer magia?
La abuela los miró y sonriendo contestó. Porque Diana quería ser abuela y tener cuatro nietos:
Lucas, Sara, Leonor y Javier.
¡Abuela! Corearon los cuatro a la vez. Siempre haces lo mismo y rompieron alegremente a reír.
Vamos llegó la hora de dormir, es tarde.
Los arropó y beso sus frentes.
Hasta mañana abuela,
Hasta mañana mis niños.
Cuando el silencio llenaba cada espacio de la casa, Diana buscó entre las sábanas del arcón, de un pequeño cofre extrajo una brillante bola de cristal. La dejo sobre la mesa. Se sentó frente a ella y comenzó el ritual.
Ojos de sapo, cola de serpiente, dientes de dragón…… y una suave risita se escapo de entre sus labios.
Conjuros, hechizos y brebajes en casa de INMA BRUJIS
Magnífica cuenta cuentos esa abuela que supo renunciar a sus posibilidades mágicas para disfrutar de la magia de sus nietos, aunque... quien es bruja, es bruja para siempre, auque sea buena.
ResponderEliminarUn beso
Una bruji-abuela muy cariñosa, si es que donde se ponga el amor a los nietecitos no hay magia que valga, aunque esconda la bola de cristal.
ResponderEliminarDe lo que hubo siempre queda...
Un abrazo, hechicera de cuentos. :)
genial historia la verdad es que me encanto...
ResponderEliminarCreo que tanto las madres como las abuelas solemos tener un poquito de brujas en relación a nuestros hijos/nietos...sabemos entender lo que no nos dicen, escuchar lo que se callan, estar cuando no nos esperan, curar lo que aparenta no tener remedio...Es bueno que así sea!
ResponderEliminar=)
Un abrazo.
Manuel dice que renunció, pero yo creo que de eso nada...Todas las mujeres somos brujas hoy: llegamos a final de mes.
ResponderEliminarQuizo no tener que utilizar su poder y la mejor manera es que todos lo pensaran, eso si, una bruja no pierde sus poderes nunca... un sacrificio personal para poder disfrutar de una vida propia.
ResponderEliminarBesos!!!
Está en vuestros genes, o al menos eso creo, ese instinto materno que os hace incluso presentir el peligro para vuestros niños. He presenciado muchas muestras de ese instinto. ¿Brujería?, por supuesto que no, amor a manos llenas.Esa bondadosa bruja de tu soberbio relato quería ir mucho más allá de su condición de bruja, ¡quería ser abuela, ahí es nada!. Si además no tuvo que renunciar a sus ojos de sapo, cola de serpiente, diente de dragón, pues mejor que mejor.
ResponderEliminarHermoso y tierno relato para este jueves de akelarres.
Un abrazo.
Dulce San, y es que quien nace brujita, brujita se queda.
ResponderEliminarNo sabía que las brujas no pudieran ser abuelas ¿qué lo impide, un conjuro? Queda claro que pueden ser las abuelitas más encantadoras y mágicas, contadoras de cuentos de brujas.
Como dice MªJesús, todas tenemos algo de brujas, me has hechizado, besito sin conjuros ni pócimas.
O sea, que si andaba con potingues y rituales de hechicería no era una bruja tan potente, sino hubiera tenido efecto su "plegaria" y hubiese dejado de estar embrujada...
ResponderEliminarMenos mal, una bruja menos sería una tragedia para todas nosotras...
Beso.
...me encantan los cuentos y me encanta recordarlos....éste es genial..tu tambien tienes algo-bastante de brujita...por eso escribes estas delicatesen...besitossss... Chao
ResponderEliminarEsta no se si una auténtica historia de brujas y brujería, pero si que es un cuento delicioso.
ResponderEliminarEstoy preparando algo rápido y sencillo para participar, estas dos semanas entre la rotura del ordenador y las crónicas me he despistado, pero me apetece participar en esta y no quedarme descolgado de los jueves.
Dentro de un rato la colgaré.
Un abrazo
Mejor abuela que bruja si señor, buena elección, tanta pócima y tanta monserga,
ResponderEliminarUn abrazo
Estupenda historia llena de giros. Regateas al lector como Messi a los defensas rivales.
ResponderEliminarY la historia queda con esa ternura característica, como no tomar cariño a esa abuelita entregada, bruja de noche.
Muy buena, besos amiga.
Las abuelas con sus cuentos, son las mejores brujas, siempre endulzando la vida de los que aman, y haciendo conjuros, que son capaces de salvar cualquier distancia.
ResponderEliminarBesitos tiernos , para tu alma.....Lucia.
Muy bueno el cuento de la abuela, disfruta de los nietos a la vez que de sus brujerias.
ResponderEliminarUn beso
Me encantó el cuento,me gustan desde chica, no hay cosa más bonita que contarles cuentos a los niños, sean tus hijos, tus nietos, o los niños de un vecino. Además si son de brujas buenas, aún me gustan más. Besitos.
ResponderEliminarVaya SAN que cuento tan bonito y con la brujita buena además, me encantó.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que alegría en el final, con esa bola al uso y sus con conjuros OLE Y OLE !!!
ResponderEliminarBien San, pues una bruja siempre es bruja... para siempre jamas.
Besos hechiceros
Yo, cuando sea Abuela, quiero ser como ella... Abuela/bruja.
ResponderEliminarAunque, cuatro nietos se me antojan demasiados.
¡¡Uno y casi no me lo acabo!!
Bonito relato en clave de cuento con brujería final.
Besos
hay brujas blancas, encantadoras capaces de sacarnos sonrisas. y es que no es lo mismo en este oficio ser bruja o brujo,
ResponderEliminarYa me hubiese gustado tener una abuela cuenta-cuentos :( (o conocerlas, al menos)... magnífico relato :)
ResponderEliminarun abrazo doble
Sabes San? ha sido tan dulce leerte, tan "encantador" que me gustarìa en otra vida ser nieto tuyo para que me contaras cuentos asì. Ojalà pudiera contarles a los mìos algo que los atrapara de esta forma!!!
ResponderEliminarUNA PRECIOSIDAD!!
¿¿Me acordaré de este cuento cuando sea abuela?? No sé, de momento soy bruja esposa y madre pero me entusiasma la idea de ser abuela y bruja y acordarme de este cuento para sembrar en mis nietos (si un día llegan) que su abuela es bruja y que las brujas no se comen a Hansel y Gretel, no envenenan manzanas, no son madrastronas ni envenenan husos, también hay brujas que tienen nietos y les cuentan cuentos.
ResponderEliminarvoy a enfocar mi comentario desde el punto de vista de...
ResponderEliminaralguien me dijo una vez que un su tío solía contarles de pequeños cuentos de miedo consiguiendo que en verdad tuvieran miedo. ese alguien cada vez que me da por contarle cosas de rituales, cosasde fantasmas y demás, me dice, adiós muy buenas...es decir, se puede concluir que el tío d elos cojones le marcó per secula...y sin embargo, creo yo, el miedo no esté reñido con la magia, con lo bonito. así tú lo demuestars con este cuento contado por una agüela...
eso sí, si fuera yo le nieto y, con el tiempo, me enterara de que esa mi abuela era en verdad bruja...la...la...pedía que me dejara volar en su escobaababba...¡¡
medio beso, chelo.
No pude para de leerlo hasta el final, es atrapante y muy tierno.
ResponderEliminarMe encantó la forma en que lo relatas, y el final me sorprendió.
Un abrazo.
Que ganas tengo de tener nietos y contar un cuento como este porque ver los ojos de asombro de los niños, no tiene precio. (Y un placer volar a media noche cuando los demas piensan que eres una buela normal)
ResponderEliminarUn besazo
Simplemente me ha emocionado, precioso relato, tanto su forma como su contenido, el y la que sepan leer, descubrirán aquí la sabiduría de la bruja. Con mis nietas tenemos una historia, inventada por mi, obvio, se trata de la Bruja Maruja, sin duda les contaré este relato.
ResponderEliminarMe sacó sonrisas y también se me llenaron los ojos de lágrimas.
Querida, tras mi ausencia prolongada, un beso grande para ti!
Diana se quedó con lo mejor de dos mundos sin dudas. Hizo bien en elegir a sus nietos, pero nada la priva de echarse algún que otro hechizo...
ResponderEliminarMe gustó mucho este cuento ágil y tierno.
Te mando un fuerte abrazo amiga San
Ahhhh, que pre-final y que final tan ingeniosos para el cuento, brjujita tramposa esa abuelita, jajaja, me encanta contar cuentos a los niños, no hay nada como la cara de un crio mientras escucha un cuento y nunca tienen bastante, jajaja, este me lo guardo en mi arsenal para cuando me hagan abuela, sisisi, directo al baúl de mis tesoros... miles de besossssssssssssss
ResponderEliminarVaya una bruja que lo abandona por su familia que buenoooooooooooo
ResponderEliminarBesos