Hoy baja las escaleras sin
encender la luz, ¿para qué? de sobra sabe encontrar su huella en cada escalón,
después de tanto tiempo habitando este lugar. Dieciséis peldaños contó la
primera vez que descendió a ese sótano frío y húmedo, los mismos que ella acababa
de cumplir.
Miró fijamente el ventanuco,
único ojo por el que acceder al mundo exterior. Es primavera, se dijo, y lo
supo porque los pies con las botas de agua, que se paraban cada tarde a la
misma hora frente al hueco con barrotes, se habían calzado unas manoletinas
rosadas. No conocía a los dueños de los zapatos, que temporada a temporada, le
avisaban del cambio de estación. Solo podía imaginarlos, por el calzado que
usaban.
Cuando la tarde caía, unos
viejos botines con las suelas gastadas y con algún que otro agujero, se detenían
frente a ella, unas veces solo unos minutos otras horas, luego corría hacia la
acera de enfrente donde estaban los contenedores de basura y no volvía a verlos
hasta la siguiente noche, que regresaban para romperle de nuevo el corazón. Aunque
últimamente no los había vuelto a ver.
Lo que más la alegraba, eran los
zapatos negros con hebilla plateada de los colegiales, chapoteando en los
charcos los días de lluvia, o los castellanos burdeos del señor que esperaba la
llegada de unos estiletes rojos con tacón de aguja; o las zapatillas deportivas
con los cordones sin atar marcando estilo, y sus amigas las de loneta roja. Llena
de ternura observaba como unas muy cerca
de las otras, se enredaban hasta que las lonetas rojas terminaban de puntillas.
Se están besando estos chicos, se decía, mientras soñaba que era ella la que de
puntillas, saboreaba las mieles de una vida, vista solo a través del pequeño
hueco de las cuatro paredes, repletas de fotografía de mujeres vestidas con los
últimos modelos de Prêt-à-porter.
Un ruido en las escaleras le
hizo girar la cabeza, unos zapatos italianos marrones bajaban ágilmente.
Otras ventanas donde asomarse en casa de Gaby.
¡Qué curioso!, me ha llamado la atención ese punto de vista que has desarrollado.
ResponderEliminarMe encanta... es una idea fabulosa y curiosa. Además ese final que deja todo a la imaginación...
ResponderEliminarMe pregunto mil cosas, sobre todo, ¿por qué? ¿Qué le sucederá? Me quedo con muchas ganas de saber y terminar esa historia :)
Buenísimo. Muchos besos
Esas ventanas al ras del piso dan para mucho imaginar, me encantó tu cuento...
ResponderEliminarBesos
Una ventana por la que viendo solo zapatos se ve la vida, nunca pensé que se viera tanto desde una ventana por la que no se ve nada. Saltos y brincos
ResponderEliminarMuy imagiativa, tu historia que en un principio parece una cosa inocente, y al final resulta que no lo és. a escenificación muy buena Me ha encantado, San. Un beso.
ResponderEliminarHay mucho monstruo suelto, haciendo sufrir. Me recordo aquel romance del prisionero que estudiaba en segundo de bachiller. Cuánto dolor en prisión y qué poquito nos hace felices.
ResponderEliminarUn relato muy imaginativo San.. nos deja en suspenso el final, eso me gustó. A la chica mientras tanto no le quedaba otra cosa que los sueños y la fantasía..... ¡me gustó!
ResponderEliminarLa imaginación puede ser muy creativa y imaginarse cosas que tal vez existan ¿o no? Sueña con ser alguna vez libre y no pierde la esperanza.
ResponderEliminarUn abrazo
Que intriga, no sera tu protagonista prisionera? me encanto, sin duda alguna eres muy creativa con tus letras.
ResponderEliminarUn beso
Angustioso encierro, duros barrotes por donde ve pasar la vida de los otros mientras la suya está a merced de la maldad.
ResponderEliminarUn beso libreeeee
Muy esperanzador el relato, y muy bonito el cambio en el blog.
ResponderEliminarUn beso.
Imaginarse a traves de una ventana, o leyendo un libro
ResponderEliminarLas cosas que los sers podemos imaginar !!!!
Cariños
La historia es intrigante, pues nos deja con las ganas de saber más, sin embargo nos cuenta muchas cosas de las que se pueden apreciar con tan escaso campo de visión. Es una historia triste, pero ¿es posible que esos zapatos italianos sean su esperanza?
ResponderEliminarUn beso
usas las palabras como otros usan los pinceles. Puro color
ResponderEliminarMe he detenido en un detalle: la persistente mirada de toda mujer en los zapatos de los hombres ( y de las mujeres),Manos y zapatos recogen vuestra observación para hacer un breve retrato sicológico de la persona en la que os detenéis
Un beso San
Buenas tardes, San:
ResponderEliminarParece mentira lo alto que logras que vuele nuestra imaginación con tu descripción a pie de suelo. Me gusta el que no busques despertar nuestra pena hacia la ¿chica? encerrada y sí avivar nuestras fantasías hacia todo lo que describes esquisitamente.
Un abrazo, San.
Cómo las circunstancias a veces nos obligan a tomar lo que tenemos a nuestro alcance para conocer el mundo... en este caso el mundo de afuera, ese que tiene vedado por el encierro y al que solo tiene acceso desde un ventanuco al ras del suelo. Una historia que dentro de su triste realidad, se va enriqueciendo por las descripciones tan detalladas que nos entregas. Muchas gracias San por tu aporte y presencia en este jueves. Todo un gusto contar con tu compañía!
ResponderEliminarBesos al vuelo!
Gaby*
Es un relato tan original! Ver la vida de los otros a través de esa ventana donde solamente se pueden ver los zapatos. La historia deja interrogantes, que hacen disparar la imaginación del lector. Por qué está allí, quién baja las escaleras.
ResponderEliminarEs perfecto! Me encantó.
Un beso enorme.
Me han venido a la cabeza historias despiadadas de secuestradores que mantienen cautivas a sus víctimas por décadas, logrando no ser descubiertos. El drama de tu protagonista parece alivianarse al menos viendo esos zapatos.
ResponderEliminarMuy buena historia, San
=)
¿Sabes Chelo? Mi madre, en el pueblo cuando era joven, también vivía en una casa donde un ventanuco daba al borde de la calle y contaba cosas parecidas a las que tu dices en este estupendo relato. Ver pasar a la gente y reconocerla a través de sus zapatos o de la manera de caminar siempre tiene algo de misterioso y ensoñador.
ResponderEliminarUn abrazo
Me has dejado con ganas de saber más. La idea de ver la vida a ras de suelo y a través de los zapatos es grande. Me has hecho imaginar cada instante.
ResponderEliminarUn beso.
Hola Chelo, fascinante tu relato. Todos nos hemos asomado alguna vez a esa ventana para ver el mundo a ras del suelo
ResponderEliminarImpresionante el ambiente ambiguo que has creado entre la observación de los zapatos y las historias que cuentan y la historia marco de fondo que describe una prisión quizás voluntaria. Un gran abrazo.
ResponderEliminarLa ventana de tu relato es distinta a todas las que me asomé de momento. Un ventanuco al ras del suelo, única información que tiene la joven de la vida exterior. Deja mucho que pensar y despierta la curiosidad por conocer su verdadera realidad.
ResponderEliminarUn beso!
Muy interesante ese mundo de los zapatos que son la seña de identidad de unos asiduos desconocidos. Muy íntimo y contagioso ese momento de espiar, ver e imaginar. Me gustó.
ResponderEliminarBesos
Las ventanas siempre nos abren un hueco al exterior... y nuestra imaginación nos ayuda a crear un mundo nuevo en nuestra mente. Tu relato crea dos sensaciones la intriga y otra que nos deja volar hacia un final abierto...
ResponderEliminarMe ha gustado un montón
Besos!!
Que idea tan original la de ver a las personas a través de sus zapatos! Me ha encantado y desde hoy voy a mirar de otro modo el calzado, porque yo no le presto nada de atención, si son cómodos ya me valen y si alguna vez me atrevo con unos tacones, las manoletinas van en el bolso porque si me duelen ya no puedo ir de un sitio para otro enredando con unos y con otros, jejeje, eso si, desde hoy le he hecho la cruz a los zapatos italianos, ¡he dicho!, jajaja, miles de besossssssssssssss
ResponderEliminarMagnífico relato...y una ventana muy curiosa. Qué buena manera de asomarse al mundo...me ha encantado y ese final, también mirado desde los pies que puede o no abrir otra ventana...
ResponderEliminarBesos