Muerte lenta
Hay días en los que al pasear por el parque
decides no montar en el columpio verde que alegre te llama.
No quieres tocar las nubes blancas de algodón,
no deseas mirar el azul del cielo limpio de estrellas,
la luna no ilumina tus sueños.
Y esa bóveda celeste
adornada por un redondo sol amarillo limón te deslumbra
haciendo entornar los postigos de tu cara.
Entonces ves allí, al fondo del círculo de tierra árida y seca,
un interminable tobogán,
suave línea aterciopelada
que te invita al descenso en una caída sin fin.
Subes despacito las barras de hierro forradas de escarcha helada.
Escaleras que te acercan hasta el mismo borde del precipicio.
Y cerrando el alma y el corazón a la voz amiga,
al amor sincero, te dejas caer.
Y la vida se te escurre
y bajas, bajas, bajas
Y desciendes al abismo tenebroso,
bruma espesa de lo que está por venir
No luchas, te dejas
y bajas, bajas, bajas
Y te dejas.
El embriagador canto de sirenas no retumba en tus oídos
¡qué más da! tampoco las quieres escuchar.
Y Bajas, bajas, bajas
tocas fondo, te embarras.
Lodo húmedo de lágrimas saladas.
Barco de papel es tu cuerpo que el viento arrastra,
Lenta muerte desgarrando el silencio que de tu boca estalla.
Y te dejas y bajas
hasta pisar tierra firme,
losa que aplasta y a su vez te para
te enfrenta, te encara.
Es entonces, cuando menos lo esperas
que brotan en tu espalda transparentes alas.
Ave Fénix que renace de las cenizas de un infierno dibujado en tus entrañas.
Y esa muerte lenta se deshace hasta un nuevo mañana.Algunas muertes más en casa de Gus
Oye, que ha dado gusto morirse un poquito leyendo los versos, y me he dejado caer, sí. Todo un poema.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Un besazo, guapa.
Una maravilla de poema, y te dejas, te dejas, y salen preciosidades como esta, opino como la compi Encarni, leyendo esto sería una buena forma de morir.
ResponderEliminarBESICOS, GUAPETONA.
Has dibujado en palabras un bello ciclo,cuando parece todo morir, llega ese glorioso nuevo día.
ResponderEliminarUn beso San!
Y, al final la esperanza.
ResponderEliminarMenos mal, porque ese abismo lo hemos vivido todos algún día. Cuando llegas al suelo ya estás bien: lo malo es la caída interminable.
Deberíamos llevar esas alas transparentes de serie, porque vivimos en caída libre desde que nacemos.
ResponderEliminarMe llegó tu poema.
Un abrazo y feliz fin de semana.
A mi me nacen las alas SIEMPRE a la orilla del mar de invierno. Renazco, tras graves dificultades, en una décima de segundo. Se hace un clik y fin. A empezar de nuevo, renaciendo como un polluelo de las cenizas.
ResponderEliminarBesito.
Morir despacio y dejándose llevar, así debiera de ser siempre...
ResponderEliminarMe quedo con todo ha sido toda una experiencia, San
Nos vemos pronto.
Besos
Genial esa petite mort. Así da gusto...
ResponderEliminarUn abrazo
es la esencia plutoniana, muerte y resurrección. Transformación. Ave Fenix como bien mencionaste.
ResponderEliminarMe encantó tu texto. No le sobra una letra.
San, que no sé porque razón he entrado pocas veces en tu blog y lo siento porque tienes cosas maravillosas.
ResponderEliminarEste post Muerte lenta, me ha gustado mucho, es como la vida misma y mañana otra vez a comenzar.
Seguiré por aquí.
Un abrazo
No hay vida sin muerte o viceversa, un saludo desde Tomara que tu viera...
ResponderEliminarMe has hecho sentir esa petit mort, San, un texto logrado.
ResponderEliminarUn cariño.
HD
Hola SAN
ResponderEliminarHermoso poema que pinta la realidad de muchas personas. Ojalá esas alas brotaran pronto para salir de esa caída que así no sería interminable y pudiera convertirse en el ave fénix renaciendo cada vez con mayor fuerza.
Un abrazo
Sí que deberíamos traer, de serie, unas alas dispuestas a desplegarse para evitarnos la caída libre y sin protección en esos momentos de tobogán insufrible e interminable...
ResponderEliminar¿sabes? siempre me dieron miedo los toboganes, tal vez porque en mi infancia no había y no pude practicar la dulce temeridad de cuando somos niños
Me encantó San :)
dos abrazos
Hola San.
ResponderEliminarImpresiona la lectura de tus letras. Sobre todo a quien, alguna vez, ha subido despacio unas barras de hierro forradas de escarcha helada...
¡Genial, San!
Un abrazo.
Maat
Columpio, tobogán, vértigo...un viaje sutilísimo a las sensaciones, una evocación indirecta a la "pequeña muerte" en los sentidos.
ResponderEliminarLuego ese renacer en la esperanza, vivificada.
Muy bello, exquisito.
Hasta pronto dulce San, eso espero, besitos.
No se puede negar que es un gran poema y muy trabajado.
ResponderEliminar¿Oye que es eso del encuentro valenciano del día 12?
Un abrazo
me he sentido hoja de otoño cayendo suave hasta mezclarme con las demás. Original poema, y muy atrapador
ResponderEliminarasí suele ser pero ¿porqué esperar a caer del todo para luego remontar? me pregunto yo, será condición humana.
ResponderEliminarbesos
marian
EL CHICO DE LA COLUMNA: Me dejo caer, pero los cabos que me atan son tan fuertes que no llego a subir la escalera de nuestro tobogan.
ResponderEliminarTenía entendido que esta convocatoria pasaba para el próximo jueves, pero veo que te has adelantado.
ResponderEliminarEl punto de vista con el que lo has encarado apunta a la hondura que puede alcanzar una depresión, al grado de casi aplastar la esperanza. Por suerte, al final -como en las películas de resolución clásica- ganan "los buenos"...y la voluntad de vivir logra remontar vuelo ante el pesimismo de la desesperación.
Un abrazo!
San querida!, que alegría venir a verte nuevamente!
ResponderEliminarEl texto es clarito como el agua, se va una en él como en ese tobogán en esas tardes de lentas muertes, también tan necesarias para la vida. Aceptar la muerte lenta que es la vida, siento, es indispensable para vivir. Doña Muerte enseña y nada hay que temer... como en tu texto... vivir esas tardes y dejarse llevar...
Todo mi cariño para ti!
Veo esos deliciosos momentos en que todo es dejarte llevar. Para mi es la sensación cuando conduces y entre tu inercia y el trazado de la carretera te permiten seguir sin acelerar, a veces hasta sin usar el volante.
ResponderEliminarMe ha gustado la fuerza del verso "Subes despacito las barras de hierro forradas de escarcha helada.", tiene ese juego de RR's que daría un magnífico efecto en una lectura.
Muy bueno, un abrazo.
Bellísimo y delicado. Una muerte que se acerca despacio pero segura. Y una vida que se agarra a la vida. Y así seguimos renaciendo cada vez que nos sentimos acabados. Un beso.
ResponderEliminarel tema es ¿por qué dejamos de ir hacia el columpio y las nubes? ¿tanto nos atrapa bajar? besos! relato perfecto!
ResponderEliminarEh, que soy de Valencia, ¿por qué no te descubrí antes?
ResponderEliminarCuando uno llega al fondo del pozo, lo único que nos queda por hacer es subir. Lo mismo pasa con esas pequeñas muertes, siempre sirven para renacer. Hermoso poema!!!
ResponderEliminarUn abrazo.
Días y momentos en los que no nos importa nada que todo se acabe, que incluso deseamos que así sea y sin embargo, al final de los mismos, siempre surge el hálito de vida, de energía necesario para ponernos de nuevo en disposición de vivir, con la esperanza de hacerlo. Has reflejado de una forma hermosa esos días, esos momentos y el subsiguiente resurgir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Has escrito inquietante San, a medida que vas leyendo nos dejas en un paisaje intrigante.
ResponderEliminarque tengas una bonita semana.
un abrazo.
Si bien es cierto que hay días que son toboganes descendentes me gusta pensar que la vida es más un subi baja, con sus más y sus menos. :)
ResponderEliminarUn beso.
Me ha enccantado tu definición de muerte, ese tobogán por donde desciende, y el nacimiento de esas maravillosas alas.brazo
ResponderEliminarUn abrazo
Carmen Andújar
muy buen relato , me encanto
ResponderEliminarY la vida se te escurre. Y cuando te das cuenta ya es tarde para ponerle remedio, no hay fregona que chupe todo lo perdido.
ResponderEliminarMuá
Bella y trabajada metáfora, me han encantado especialmente esas alas inesperadas al final de la bajada.
ResponderEliminar