Cada tarde de regreso a casa caminaba despacio arrastrando sus pasos, dejando estelas de polvo gris y blanco. Gris de la tierra insulsa, insípida, sin sustancia y blanco por la pureza de su alma, por ese desmenuzar de sentimientos acallados, sepultados en el fondo de sus entrañas. A veces deseaba que el blanco se tornase negro, así casaban mejor la tonalidades. ¿Cómo estos contrastes? No los entendía, o tal vez no se detenía a analizarlos.
En sus oídos, los auriculares de la vieja radio inundando todo el universo de sonidos la acompañaba en su vuelta a casa, voces que no cesaban de hablar, diálogos sin sentido para ella, no entendía nada de esos temas tan complicados que debatían, ella solo sabía de estrujar fuerte el palo de una sucia fregona intentando no dejar marcas ni restregones en el piso de mármol rojo, como le pedía la señora. Asentía cabizbaja a todas las peticiones de esta, en silencio bajando la mirada. ¡Pareces tonta! Le increpó un día.
Lucia nunca respondió, nunca contesto, solo un gesto bastaba para hacerse entender. ¿En qué momento dejo de hablar? Ya no recordaba la fecha, sí que fue de mañana, tras una noche de interminable charla con su almohada. Decidió así sin más, guardar silencio para siempre. Y ahí comenzó su nueva vida.
Su voz se torno pensamiento, sentimiento, emociones, nunca más sonido. Su voz se quebró como se quebró su destino.
Introdujo la llave en la cerradura oxidada, sobre la mesita deposito el bolso azul, colgó el abrigo raído por tantos inviernos, descalzó sus pies y sintió la calidez de la madera bajo ellos, abrigando cada paso hasta dejarse caer en el sillón de orejeras herencia de su abuela. ¡Qué cansada estaba hoy! Cerró los ojos y cuando la sombra de la duerme vela la cobijada, a lo lejos escuchó una canción, se dejo llevar acunada por la melodía embriagadora.
Era ella, era su voz que la llamaba.
Más voces para escuchar en casa de Gus y en casa de Yonky
Era ella, era su voz que la llamaba.
Más voces para escuchar en casa de Gus y en casa de Yonky
Es la historia de muchas mujeres, eso de callar no me gusta, y alguna vez más tarde o más temprano nuestra voz grita y nos damos cuenta de que hemos perdido muchas cosas.
ResponderEliminarUn besazo.
En esta sociedad cada vez hay mas personas que terminan refugiandose en esa compañia solitaria de uno mismo que tan bien has descrito. Nunca las vemos, nunca nos damos cuenta pero estan por todas partes donde miremos con un poco de atención.
ResponderEliminarUn beso
san, re linda historia... perfecta para mi primer relato de los jueves! me da entusiasmo seguir leyendo... te digo, me serviste de inspiración (no sé a dónde fui a parar yo) para escribir mi relato! un beso!
ResponderEliminarMe has recordado a la protagonista de uno de mis libros, Lucía se llama, y también decidió callar. Pensaban que era tonta, pero, igual que la de tu relato, nada más lejos de la realidad. Como decía mi abuela, "para lo que hay que hablar...".
ResponderEliminarDesde luego, escuchando a la Callas cualquiera enmudece.
Tu relato toca el corazón.
Un abrazo.
Este el el grito de un alma vencida, humillada y menospreciada. De una mujer que no ha podido, ni ha sabido sobreponerse a la tiranía.
ResponderEliminarUn relato muy elocuente, y a la vez muy triste.
Recibe mis mejores deseos sonoros, siempre.
No sabes cuántas veces he pensado en tomar esa actitud. Callar para siempre, en realidad paso muchas horas en silencio. Pero no, no voy a callar para siempre o no sería yo. Un beso.
ResponderEliminarTriste historia la de Lucia, cuando tu voz se calla, por la represión, el dolor, la injusticia o la humillación...mejor gritar y volver a pronunciarse, el silencio de nuestra propia voz puede dejar espacio a escuchar otras voces, las del odio, la venganza...
ResponderEliminarMe ha gustado que le pongas voz a esa mujer que representa a tantas.
Un beso grande preciosa Chelo.
El mutismo...dificil de curar cuando ocurre por lo que conlleva de introversion, de alejamiento del mundo, genetico o provocado...traes en tu relato un terrible problema.
ResponderEliminarBesutos
Qué mejor voz que la de María Calas para entrar en éxtasis. A veces más vale la pena contestar a según que palabras como aquel dicho que dice; A palabras necias, oídos sordos.
ResponderEliminarUn abrazo
Dejar de emitir nuestra voz como opción ante el mundo...una nueva arista dentro de esta inspiradora propuesta juevera a la que has sabido darle forma con maestría y ajustada síntesis.
ResponderEliminarMe ha conmovido la soledad de tu personaje...
Un abrazo San, que sigas bien.
Esa voz, la tuya, se echa mucho de menos.
ResponderEliminarEl mutismo es una forma de queja, una opción para cerrarse ante el absurdo y el dolor. Sin embargo me parece que los sonidos continuan, la sordera voluntaria se consigue con tapones y la ceguera con anteojos. Todo inutil, esa voz, esa imagen, esa palabra.
ResponderEliminarUn relato que me suena, tiene voz.
Besitos San, la de dulce sonrisa.
No entiendo que una persona deje de hablar, si nos quitan la voz, que es nuestra manera de expresarnos, nos lo quitan casi todo!.
ResponderEliminarTus palabras me envuelven en una nube de dolients sentires , de desesperanza, de sin futuro.
ResponderEliminarCariños
El mutismo no es tontera, no es lo mismo que estupidez, es una queja, un grito agónico, una postura, a veces la única posible, de frente a las afrentas. ¿quién pudiera darle voz a ess sentimientos y emociones contenidas en el universo interior?...movería paredes Lucia.
ResponderEliminarHermoso relato, intimista y encantadoramente dramático San
Te dejo un gran beso
Sabes que el mismo planteamiento lo hice para un cuento. Alguien que dejaba de hablar porque, total, nadie le escuchaba. El mio quedo en borrador y era muy diferente.
ResponderEliminarPor eso me gusta este tuyo de modo especial, con un final poético, bonito.
Das una visión muy lacerante de las injusticias que viven algunas personas.
Besos, amiga.
madre miaaa !!! no veía el final de tanto comentario
ResponderEliminarSan... te lo mereces
sin juicios , sin acritud, has retratado un problema que acucia a tantas mujeres
Dejas el problema en el aire, y que cada cuál tome la decisión adecuada
Que hermoso relato, cuantas mujeres habrá como ella, muchas, miles. Muchas personas callan pero creo que en su interior gritan.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Qué lleva a una persona a enmudecer siendo la voz tal vez la mejor herramienta de comunicación del ser humano?. ¿Como exteriorizar sin la voz la inmensa vida interior que todos llevamos?. ¿No es un poco morir?. No soy muy hablador, pero creo que no podría vivir mudo para siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
...yo quiero hablar de tu voz, tan cálida, tan dulce, tan contenedora. Quiero hablar de esa voz, que alivia una pena porque es portadora de palabras reconfortantes, y esas voces son tan necesarias!
ResponderEliminarun beso.
No, hay que hablar, ya está bien de represión.
ResponderEliminarBello relato que narra una cruda realidad aunque no la queramos aceptar. Buen fin de semana y un abrazo
La opcion del silencio como unica salida a las injusticias. Callar cuando se tiene tanto por decir acaba conviertiendose en una carcel.
ResponderEliminarPrecioso, amiga.
Un beso
¿Que secretos escondería esa larga conversación con su almohada?
ResponderEliminarTriste decisión la de enmudecer. Quizá levantó una barrera con un mundo que no le complacía.
Ha sido un placer leerte.
Te dejo un abrazo.
Maat
Que lindeza de historia! Hay gente que no habla si no tiene algo que decir. Lo asocié con la gente de los pueblos originarios de mi país, mas precisamente los tobas que son los que mas conozco. Son gente muy callada, silenciosa, parca y algunos piensan que son tontos, o que no entienden. Todo lo contrario, valoran las palabras y las usan cuando son necesarias. Hay tantos que hablan y hablan sin sentido ni contenido ... seguramente la patrona de Lucía es una de esas personas.
ResponderEliminarMuy bueno
un abrazo
Me encantó el relato, puede mostrarnos como a veces, el mejor ataque es no decir nada.
ResponderEliminarBesos.
Hay que hablar, hay que quejarse y hay que decir lo que se piensa y lo que está mal. Aunque el silencio también puede ser una manera de gritar.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Un abrazo
¡Que por qué me gustan sus canciones!
ResponderEliminarUn texto verdaderamente excepcional.
Tésalo
Deliciosa historia, contada con pocas voces, pero claras y sentidas.
ResponderEliminarLa voz, no siempre es eso que oimos, a veces le ponemos un alto precio y elegimos.
Besos
Alfredo
Para que hablar... pobre Lucia. Yo nunca me callaría, al menos eso espero.
ResponderEliminarBesos sonoros
sabves, san-chelo, que este jueves ya vengo avisado de aquellos relatos en los que me tengo que detener? es un privilegio de charlar de ellos sin haberlos leído antes y que el contertulio sí lo haya hecho...y sí, este relato tuyo es sencillamente una preciosidad...pero...aja, sí, san-chelo, yo tengo un pero que añadir...este relato se hace casi mágico cuando es leído al son de esta música...pues sí, una vez leído, una vez que uno pone el in o play de la música, descubre que ha de volver para atrás y volverte a leer...y es entonces cuendo en esta combinación mágica, la belleza se hace presente...
ResponderEliminarenhorabuena, san-chelo...
medio beso.