Marta había nacido en un pueblecito de la sierra andaluza. Una chica alegre y pizpireta. No estudio mucho, en casa hacia falta el dinero, no era suficiente con los ingresos del padre. Comenzó a trabajar en el campo, cuidando del ganado y de tarde en tarde cuidando a los hijos de un mujer que vivía a las afueras del pueblo, una mujer que alegraba la monotonía de algunos campesinos del lugar.
Cada moneda que lograba rescatar del gasto de la casa la guardaba celosamente en su caja de madera ,el escondite de sus secretos más ocultos. Hasta el día que su sueño se hizo realidad, escapar de su aburrida y gris existencia y con su pequeña maleta viajo hasta Madrid. Allí estaba segura de que lograría comenzar una nueva vida, una vida de luces , estrellas y esplendor.
Y casi fue de este modo, solo por un pequeño tropiezo, a los quince días de llegar todo lo que logró fue un contrato de asistenta en una mansión, no una casa cualquiera no, una mansión.
Limpiaba sin parar.
- Marta cariño ¿puedes sacar a pasear a Cuquí?
- Marta cariño,¿recogeras hoy a los niños verdad? el señor y yo vamos de fiesta.
- Marta cariño, mañana traerás el desayuno a la cama, estaremos muy cansado para madrugar.
Servir, servir, servir, a una mujer rematadamente odiosa, a unos mal educados niños y a un prepotente y todopoderoso señor.
Una mañana la señora la llamó:
- Marta cariño, mira ese vestido que hay sobre la cama, es un regalo del señor, pero el color no me favorece, desentona con mi pelo y bueno he pensado que tu como eres tan morenita y menudita seguro que te ira bien., toma también los zapatos y lo que te parezca del vestidor, tengo !tantas cosas! que dos o tres menos ni las notare.
Marta tomo el vestido, era el vestido más bonito que jamás había visto, del vestidor tomo unos zapatos a juego y un abrigo para cubrirla del frió gélido que se respiraba en esa casa.
Una noche en la que por fin la dejaron libre decidió ir a un restaurante de moda, había escuchado que allí se reunían famosos directores y estrellas del cine.
Siempre llevaba su negro pelo recogido con una fea pinza, usaba ese feo uniforme que ocultaba su bien formado cuerpo, hoy no seria así.
Soltó su ondulada melena negra, solo prendió unos mechones con unas minúsculas estrellas. Maquillo su rostro de piel de terciopelo remarcando sus gruesos labios con carmín.
Se puso el vestido y su piel se estremeció al suave tacto de la seda, era perfecto para su silueta, al andar se mecía al ritmo de sus curvadas caderas. Y calzo los zapatos de tacón, subida en ellos parecía que pudiera tocar la luna.
Al llegar al restaurante le abrieron la puerta.
- Señora nos alegra su visita.
Al pasar todas las miradas se volvieron para admirar la belleza de la joven de piel de canela. En un rincón de la sala un grupo de animados comensales repararon en ella. estaba sola y decidieron invitarla a su mesa.
Ella aceptó, no conocía a nadie, no perdía nada, y se les veía tan felices.
Llegando hasta la mesa escucho:
- ¿Marta? No puedo creerme lo que veo.
La señora roja de envidia al ver a su criada convertida en princesa la tomo del brazo y despacito le dijo:
- Realmente quiero que me devuelvas mi vestido, es un regalo del señor y no deseo desprenderme de el. Además a ti no te queda nada bien, estás ridícula.
Marta la miro con sus ojos negros como una noche sin estrellas, pero esta noche sus ojos brillaban como nunca lo habían hecho, en su rostro se dibujo la más dulce sonrisa, y sentenció:
- Santa Rita, Rita, lo que se da no que quita.
Giro sobre sus pies y con andar majestuoso se dirigió a la mesa de aquellos que la tomaron como una más entre ellos.
Un año más tarde en letras doradas se leía : La actriz Marta Soloella nominada a los premios Goya como actriz revelación.
Así lo me lo contaron y así os lo cuento yo.
(Más historias para leer en casa de Gustavo).
me encantaría ser el príncipe que pusiera ese zapato de cristal a la mas humilde, a la mas trabajadora, a la mas dulce y bella Marta
ResponderEliminarjajajaja, muy bien, el humillador, humillado
ResponderEliminaresa sentencia le cambio la vida, seria fantastico que todos supieramos el momento justo para tomar ese tipo de decisiones.
Un beso
Seria genial poder hacer este tipo de sentencias.
ResponderEliminarUn relato estupendo desde el principio al final
Primavera
Una cenicienta con agallas, si señora, y el dicho bien redicho !lo que se da no se quita!
ResponderEliminarSan, los cuentos a veces se convierten en realidad si una cree en ellos. Final feliz, estrella en el cielo, una gozada, besito.
Lindo relato.
ResponderEliminarMe gustan, me entretienen.
Un beso.
¡Qué precioso!. Con final feliz y todo. Y lo de Santa Rita Rita... inigualable.
ResponderEliminarUn beso.
Esta cenicienta andaluza no perdió un zapato, se los ató bien los dos !! Me gusta la gente luchadora, gracias por un relato tan entretenido
ResponderEliminarNunca sabemos porque hay cosas que llegan a nuestras manos y en esta ocasión ese vestido tenía un cometido y Rita estuvo al quite...
ResponderEliminarMe encantó, una historia con final feliz y muy merecido.
Un beso
Así me gusta, con dos ovarios. Mi abuela dice..."LO QUE ME DISTE POR LO QUE ME QUISISTE"
ResponderEliminarBesos
¡¡Estupendo!!, que me gusta cuando a las personas despotas se les da una bofetada sin mano...
ResponderEliminarHay que aprender tanto cuando no se valora lo que se tiene humildad, saber estar, respeto...
Me ha encantado, que bonita historia.
Besos
Que bueno, he pasado un rato de lo más entretenido, y la sentencia buenisisma...toma ya.
ResponderEliminarSan es un dulce cuento.
Petonets mi niña.
¡Ay, que mala que es la envidia!Le estuvo bien empleado, la poderosa siempre por encima de su criada, ¿cómo le iba a quedar bien ese vestido?
ResponderEliminarMuy chulo el relato
Un abrazo
Bello cuento de hadas, en la más rabiosa actualidad ¡Soñar con ser actriz!
ResponderEliminarMuy agradable su lectura.
Un abeso.
Mariví
Bravo por Marta y por Santa Rita. Una sentencia, y un relato, para no dejar de tener en cuenta a la hora de que alguien nos quiera negar el derecho a ocupar el lugar que nos merecemos solo por envidia o mezquindad. Me voy con una sonrisa, que nadie me quita, ni Santa Rita.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, muy buen y ameno relato, San.
Y colorin colorado..... esta cenicienta moderna le regaló las calabazas a "la señora" aunque ese tratamiento le queda un poco grande.
ResponderEliminarNo hay nada mas hermoso que perseguir sueños.
Besos
He disfrutado muchisimo este relato y la sentencia genial. La de veces que de pequeña empleé yo lo de santa rita santa rita lo que se da no se quita...jajajja
ResponderEliminarMe encanto leerte.
besos
Santa Rita la dejó con vestido y sin trabajo, le abrió nuevas puertas y mira lo que consiguió, darle en los morros a la señorona!!!
ResponderEliminarBien por ella!!!
Beso.
estaba leyendo ayer un cuento.trataba de lo que iban a hacer dos tipos cuando estuvieran en martinica, cuando ligaran con una chica que se habían inventado. en un momento de la conquista simulada, inventada, uno de ellos dice que ya está, así ya la tienes conquistada..."ya", dice el otro, así no vale, lo que es realmente interesante es el paso a paso para la conquista. con esto quiero decirte que ¿por qué en todos los cuentos se nos olvidan esos pasos tan difíciles de dar, esos pasos que están llenos de alegría y de tristura?
ResponderEliminarhay veces que los cuentos con final feliz me encantan, hay veces que deseo que sufran un poco los protagonistas...debe de ser el día con sueño que llevo
besos.
San,
ResponderEliminar¡qué dulce es encontrar de vez en cuando un cuento con final feliz! Esa Marta, como Cenicienta, se trocó en princesa... Es triste que se fijen en una sólo cuando va arregladita, porque ella ya era bella por dentro y por fuera. ¡Qué bien que fue inteligente para aprovechar el momento y cambiar el rumbo de su vida! El brillo de sus ojos enseñan su fuerza y poder interior. La sentencia o refrán viene a tu relato como anillo al dedo. ¡Bravo!
Santa Rita, Rita, jaja, cuantas veces lo decíamos de pequeños. Bien traída la historia de Marta, una cenicienta moderna, y bien contestada la "señora", que aún debe estar verde de envidia. jaja.
ResponderEliminarY pensar que dicen que el abito no hace al monje (siempre pensé que estaba equivocado)y si que hace, un vestido hermoso y un par de zapatos altos y chas! que mujer! segura, confiada y sobre todo motivada por sus sueños.
ResponderEliminarEsplendido relato san!
Besitos
Querida San hasta hoy no me he podido poner a leer los jueves y me sentía fatal pero como peor estaba mi cuerpo para seguirme, he tenido que esperar a estar mejor y ahora iré con uno tras otro.
ResponderEliminarMe ha encantado tu particular Cenicienta, siempre he dicho que la envidia es al menos para mí uno de los peores sentimientos que existen incluso para el envidioso que nunca llega a ser verdaderamente feliz, siempre habrá algo que no pueda poseer, en este caso la gracia y el encanto de Marta por muy lleno que tenga la "señora" el armario de vestidos y zapatos. Bonita historia, Un beso