Estoy aquí tumbada en este sofá, aunque creo que lo llaman diván, Mario concertó esta cita, yo no quería. ¿Para qué? le dije, si yo estoy bien, soy feliz, el problema lo tenéis los demás. Yo acepto como soy! como no aceptarlo!, si desde pequeña no escuche otra palabra que “eres lenta”, que sí que ya lo sé, soy lenta.
Cuando nací, me entretuve casi veinte días más de las cuentas que el doctor calculó para mi llegada y es que ¡se estaba tan bien!, allí calentita ¿para qué correr en llegar a un mundo tan difícil? porque mira que este mundo es difícil de entender, al menos para alguien como yo, lenta y sensible dicen. Sí, lo dicen todos, yo lo tengo asumido ya lo dije antes.
Ahora que miro bien, ¡qué bonita habitación la de este doctor! Verdes sus paredes, seguro que para proporcionar paz, a mi el verde me gusta, y ¡cuántos libros! Debe leer muchísimo, yo también leo pero como soy tan lenta aún tengo por terminar cientos. Empiezo uno y otro sin cesar porque me apetece descubrir historias pero tardo tanto en pasar de página que lo dejo y comienzo otro, creo que sin terminar tendrá ¿trescientos? No se tampoco los conté, cuando llevaba cien me tomé un descanso, después de una semana contando Mario me dijo que me dedicara a otra cosa que ya los contaba él.
En el colegio las cosas no fueron distintas, pero yo no sufría, mis padres sí, no había más que verles las caras, pero yo no tenía prisas ya lo dije antes, yo a mi ritmo, total si al final terminé ¿que importaba cinco que diez?, pues nada, yo finalice hasta la universidad, que tardé, pues sí, esa es la verdad.
Allí fue donde conocí a Mario. El se enamoró así de repente, a primera vista, yo tardé, sí lo reconozco hasta para eso fui lenta y él ronroneándome, sin desfallecer en su intento de seducción. Ya faltando unos días para licenciarnos, note que mi corazón se aceleraba cuando se acercaba a mí, cuando me miraba . Noté así como un pellizquito en la boca del estomago, sí eso era el comienzo de algo que al final se transformo en un gran amor. Por eso estoy aquí, porque Mario se preocupa, yo no.
¡Pero qué bonita es esta consulta!, y ¡Cuánto tarda este doctor!
De repente se abre la puerta.
- Perdóneme Irene, soy el doctor Eduardo Pasolento. Lánguidamente extiende su mano ¡Pero qué hombre más lento! Pensé, tendiendo perezosamente también mi mano.
Ahora dígame ¿a qué se debe esta consulta?
Ohhhhhh!, me olvide, si este jueves había que hablar de mascotas, si es que soy lenta hasta para recordar. Ya no llego pero aquí os dejo una fotografía de Leonardo, Donatello y Michelangelo, ellas son quien alegran mi vida, son mis mascotas.
BEEEEEEESSSSSOSSSSS
Alguna mascota más en casa de Gustavo