Castillo de Santa Catalina. Imagen sacada de internet. |
Sentada junto al jazmín que perfuma la noche, te espero luna,
desbaratada la cordura, que el día dibuja, en el rostro virgen.
La paz que se respira, contrarresta, la vorágine de excesos y locuras
de un tiempo ya pasado.
Nada se escucha, más que un silencio respetuoso, que acompaña a los
secretos, de las almas enamoradas.
Los instantes, se tiñen ahora, de melancólica seducción.
Un deambular entre el tú y el yo, entre el ellos y el nosotros.
En esta clandestinidad, se engendran las miradas cómplices.
Las palabras, son meros susurros que viajan entre los claustros
enrejados y alzan el vuelo, hasta alcanzar el cobijo de los abrazos.
Los amantes, libres de las apariencias aprendidas, cabalgan a tu
encuentro, luna de cristal, mientras queman las sabanas con el calor de sus
cuerpos.
No envides la hermosura de su tersa piel, tú que te paseas entre la
tenue línea del horizonte, dejando estelas de versos, eslabón de espuma y aire.
Muestra tu redondez contundente, no permanezcas inmóvil, no disimules
tu grandeza, porque a tientas acechan, los tímidos rayos de un sol que recién se
despereza.
Tú, que eres la reina de la noche, no dejes que él entre arrastrando su
resplandor y muerda la esquina de tu boca, dejándote en luna menguante.
Otras lunas que alumbran, en casa de Mª José