Calentita
sienta mejor
Aprovecha el viaje y compra unas cajas de
infusión. Allí las encuentras en cualquier tienda, incluso en las de souvenirs.
Cuando la tomes, verás cómo se alivian de inmediato todos tus dolores. Ante
esta argumentación ¿quién no adquiere algo así? En mi primer paseo por la
ciudad las vi expuestas en el escaparate de una tienda típica, decidida entré.
El chico que me atendió fue muy amable, me explicó no solo los beneficios del
producto, también la infinidad de posibilidades y mezclas de las que disponía. Opté
por un envase con bolsitas individuales, y otro con la hierba en bruto para
preparar a gusto de cada cual.
Finalizado el viaje, ya en el aeropuerto,
deposité el equipaje en la cinta transportadora. Al final de dicha cinta, una
azafata me pidió que abriera la maleta. Con sus manos enguantadas hurgó entre
mis cosas sacando dos cajas amarillas chillonas que separaban mi blusa y el
neceser. Al verlas hizo un gesto que me
resultó raro y preguntó: ¿italiana? ¿francesa?. No,
española, respondí en un precario inglés.
Asombrada la vi levantar los brazos con cada caja en una mano, y
mostrarlas a una cámara situada sobre nuestras cabezas. En cuestión de
segundos, comenzaron a llegar hombres. Primero cuchicheaban algo con ella,
sonreían y me miraban. Supuse que debían ser jefes por lo trajeados que
vestían. El último en llegar tras hablar con los once, ¡once! que formaban
aquel grupo, se dirigió a mí. Señora ¿sabe lo que es esto? y vuelta a mostrarme
las cajitas. Sí, respondí, es té. La voz a estas alturas me temblaba más que
las piernas, aunque seguía sin entender cómo dos simples cajas de infusión
estaban causando tanto revuelo. Espere aquí, dijo, unos agentes le informarán. Para cuando
llegaron yo ya no era persona. Los policías intentaban tranquilizarme,
explicando que el contenido de mi compra no era problema en Amsterdam, aunque
sí en España. Pero si el chico de la tienda me dijo que solo era té con un 0,4
por ciento de cannabis. Si señora esta caja de aquí, sí. Pero esta otra mire,
en letra minúscula pude leer 100% cannabis.
Al despegar el avión, lo mismo reía que
lloraba. Fui otra turista pardilla embaucada por la palabrería de un vendedor.
Aunque pensándolo bien, lo peor no fue la mofa del personal, sino tener que dejar
en aquellas tierras mi infusión milagrosa.
Otras historias reales o inventadas en el blog de Pepe: DESGRANANDO MOMENTOS