Se despidió
de todos y se dirigió a casa. Atrás quedó el olor a cera derretida, de las
velas sobre la mesa del despacho, los aplausos y el sonido de las notas del
feliz cumpleaños, que con voz de barítono le cantó su compañero de mesa. Al
entrar dejó las llaves en el recibidor. Se descalzó y anduvo de habitación en
habitación como buscando a quien poderle decir: Ya estoy aquí. Pero el
silencio fue su única respuesta.
Tomó un baño,
después se sentó a cenar. Inquieta, miraba continuamente el reloj. A las diez
en punto, abrió el ordenador, escribió la contraseña. En la bandeja de entrada
pudo leer: Tienes un mensaje. Tres letras y el corazón comenzó a latir tan
fuerte, que Lola se llevó las manos al pecho para apaciguar las palpitaciones y
ese calor que le ardía haciéndola jadear más que respirar.
Trasmontana40@...
FELIZ CUMPLEAÑOS. TE QUIERO MUCHO.
Después de dos
años recibiendo este mensaje el día de su cumpleaños, fue la primera vez que
Lola pulsó la opción reenviar y escribió: ¿QUIÉN ERES?
¡Qué sin
sentido!, se detuvo, dándole a suprimir.
Cerró el ordenador y se fue a la cama.
A la mañana
siguiente su jefe le preguntó: ¿Y qué, este año llegó tu regalo?
Sí, y por
primera vez estuve tentada a responder, pero no lo hice. El año que viene
contesto, pensó.
Él la miró,
y sonriendo dijo para sí: ¡qué lástima! El año que viene, si me atrevo, lo
firmaré.
Si os gustan los regalos, encontraréis un cargamento en casa de Judith