La
vi llegar como llegan los pájaros sin alas, con la mirada perdida, con los pies
descalzos. Se detuvo frente al mar y las olas se le derramaron por los ojos. Con
sus manos blancas cubrió la pena que le
acompañaba. La visión podría haber estado envuelta de encanto y ternura por la
cándida figura de esa pequeña niña, pero no fue así. Me acerqué hasta ella y le
pregunté su nombre. Yameli, susurró. No sabía cómo había llegado hasta allí, ni
cuantos días llevaba perdida, vagando por una ciudad donde nadie se mira de
frente. No recordaba donde estaban sus padres, solo que había subido a un
caballo de hierro que escupía humo. Sacié
su hambre, su sed y le di abrigo entre el cobijo de un abrazo.
Después de treinta años, aun agarrada a mi corazón, ella sigue intentando recordar la voz y la risa de sus padres y porqué estaba sola frente al mar.
Después de treinta años, aun agarrada a mi corazón, ella sigue intentando recordar la voz y la risa de sus padres y porqué estaba sola frente al mar.
Otros olvidos en el blog de Mª José Moreno (Lugar de Encuentro)