Lo tomaban por loco. A su paso todos murmuraban y reían maliciosamente
pero a él poco le importaba. Salía a la calle cubierto con una vieja y
roída gabardina beis atada a su cintura
por un cinturón de cuero, tan delgado era que la cincha daba dos vueltas a su
cuerpo. Usaba botas militares como calzado, botas tres números más grandes que
su pié. Un casco de los que utilizaban los motoristas en los años cuarenta
terminaba de conformar su atuendo.
Siempre entre sus manos un cuaderno y un lápiz ya mediado de tanto uso como le había dado a lo largo de los días. En el anotaba las entradas y salidas de todo el que se cruzara en su camino. Las ropas que vestían, las compran que hacían, las conversaciones que escuchaba. Anotaba las matriculas de los coches que aparcaban en las calles por donde paseaba. El número de hombres y mujeres que despreocupados iban y venían. Todo, lo anotaba todo. Su cuaderno era un tesoro al que nadie podía acceder, solo él lo ojeaba una y otra vez
Siempre entre sus manos un cuaderno y un lápiz ya mediado de tanto uso como le había dado a lo largo de los días. En el anotaba las entradas y salidas de todo el que se cruzara en su camino. Las ropas que vestían, las compran que hacían, las conversaciones que escuchaba. Anotaba las matriculas de los coches que aparcaban en las calles por donde paseaba. El número de hombres y mujeres que despreocupados iban y venían. Todo, lo anotaba todo. Su cuaderno era un tesoro al que nadie podía acceder, solo él lo ojeaba una y otra vez
-Oye Matalobos ¿Qué escribes en esa libretilla? le pregunto en una
ocasión Julián el tabernero, alargando la vista en un intento de leer algún
garabato emborronado.
Ofendido le miró con desprecio, se giro sobre sus pasos y sin mediar
palabra se marchó. Desde ese día no se le volvió a ver.
Meses más tarde cuando nadie recordaba al Matalobos, comenzó a
escucharse historias descabelladas, historias sin sentido. Hablaban de que en
el barrio cada noche unos hombres uniformados
hacían limpieza. No importaba edad o sexo, solo llamaban a las puertas y
limpiaban.
En la taberna como en un susurro alguien pronuncio el nombre de Matalobos
¿no le echaron de menos?.Preguntó.
Otros espias en casa de Juan Carlos
Pues es un relato muy real, compi!
ResponderEliminarEn mi ciudad, que no este maldito pueblo, había un señor que hablaba solo y todo lo anotaba, cuando murió tenía cientos y cientos de libretitas en su casa. Hoy día se está estudiando su legado porque se ha convertido en un documento costumbrista de inicios del XX!!!!
Besito y café.
Ahhhh a aquellos con seretillos no les habra gustado nadita no???
ResponderEliminarCariños
Vaya con el tal Matalobos! Si habrán personas de las que desconfiar, sobre todo si andan con libretillas garabateando silenciosamente!
ResponderEliminarCreo que queda confirmado que el que menos apariencia tiene de... ese seguro que es! (hablando de espías, que se entienda!)
Besitos al vuelo!
Gaby*
No sabremos a ciencia cierta si aquello sería caprichos descabellados de un loco...o algo más turbio...por las dudas, si veo a alguien con esa pinta rondando por mi barrio, me cruzaré de calle intentando no llamar su atención!
ResponderEliminarUn abrazo, San!
Ohh espero y que tipo de limpieza hacian, que incluian...un poco de humor..pero menudo espia mejor no toparse con nadie que vaya con una libreta apuntando no sea que detras este el espia..
ResponderEliminarMuy buena trama que engancha desde el principio hasta el final..
Besitos
Aspecto estrambótico, algo trasnochado el Matalobos (tengo una amiga que se llama así).
ResponderEliminarLa costumbre de anotarlo todo pudiera haberle valido para escribir una crónita, valió para hacer limpieza, ¿quién no tiene un secreto? Empezando por Matalobos, un lobo entre lobos.
Es como si lo viera en una peli todo lo que has escrito. Besitos.
Esa minuciosidad, esa pormenorización, es condición indispensable para un buen espía (también para cualquier cotilla que se precie). Llegan a desarrollar tanto las dotes de observación, que no hay detalle, por pequeño que sea que se les pase por alto. San: cuando dices que limpiaban las casas ¿a qué tipo de limpieza te refieres?. Uff, miedo me da imaginármelo.
ResponderEliminarUn abrazo.
san, ojo al canto..por que si ojeas el horizonte...sí, la hache la olvidas, pero si hojeas un libro, me temo que no, que la hache no la olvidas...
ResponderEliminaren mi pueblo, había un medio bobo...era sólo medio bobo...pero siempre se dedicaba a pedir en la iglesia los domingos. de repente, un buen día, desapareció...al cabo de los años, supimos que aquel luisito, el bailarín, vivía en la costa mediterranea en un chalet de su propiedad. no había denunciado o anotado a nadie, pero dicen las malas lenguas, que allí, en lamar, se reía de cada uno que le había dado una propina-....
medio beso.
Desde luego que no puede una fiarse de nadie, y menos si va con una libretita apuntándolo todo. Oye, pero que eso no quiere decir que si me ves algún día por la calle apuntando algo desconfies de mi, ¿eh? recuerda mi profesión. Tal vez sea por eso, pero solo tal vez... :)
ResponderEliminarUn poco de miedo si que da este relato. Has conseguido un ambiente que con pocas palabras, te deja sin respiración.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, San.
ResponderEliminarEl señor Blogger me ha complicado un pelín la vida con ese cambio de interfaz. Algo liada ando pero ya he leído tu relato y tengo que decirte que me ha gustado. Hay que ver la de espías que contribuían a "limpiar"...
¡Qué miedo, ¿no?!
Un abrazo.
Maat
muy buen relato lleno de misterio... como todos los que haces.
ResponderEliminarun saludo y animo con tus relatos, pues enganchan...
Creo que el relato tiene un fondo muy tenebroso. El estrambótico alguacilillo tomando notas paa luego esfumarse y empezar a desaparecer gente. ¡Uff, que yuyu!
ResponderEliminarMagnifico San.
Un abrazo
Mi abuela contaba que durante la guerra hubo mucho "Matalobos" y que más de uno pagó por sus anotaciones.
ResponderEliminary yo que acabo de comprarme una libretita de esas nuevas que hay ahora con tapas que son una preciosidad, a colorines, Por dentro sus hojas impolutas como para que yo las pintarrajee tomado alguna nota pictórica que otra, de una flor, un caño de fuente, una estrella fugaz o una sonrisa como la tuya...y ZAS !! me has dejao helao, a ver si me toman por el espia ese?
ResponderEliminarQue misterio, no? da un escalofrio el final... no atiendo a saber que apuntaba el siniestro "matalobos"...Me encantó su indumentaria...
ResponderEliminarBesos
¡Te acabo de dar un premio! Aunque ya lo tienes, pero me apetecía concedertelo a ti. Pásate por mi blog si quieres y lo ves. Un beso.
ResponderEliminarFinal inesperado, vaya con el Matalobos! si lo de la libretilla ya era sospechoso jajaj
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
Un beso
Entrecierro los ojos una vez leido tu relato y puedo oir los pasos de Matalobos con sus botas enormes, su aire equivocado de espia que jamas pasara inadvertido... y el mundo despues, limpiando, limpiando, limpiando...
ResponderEliminarUn beso
Mmm una historia llena de misterio, más real de lo que parece, y más usual de lo que creemos.
ResponderEliminarListas con nombres, listas con gente para hacer desaparecer...
Me toca de cerca eso amiga.
Un abrazo.
El día que me veas con mi libreta en la mano, no desconfíes, es que siempre llevo una en el bolso, es por si surge una receta que apuntar, o un numero de teléfono, nunca sabe una a quién se puede encontrar, je, je.
ResponderEliminarMe gustó tu espía. Besitos.
Impresionante, San. Una historia que da escalofríos y que te engancha.
ResponderEliminarMe encanta disfrutar así.
Un fuerte abrazo.
No es infrecuente ese personaje, que no se si es real o fruto de tu magistral fantasía, pero lo que mas miedo me da es esas libretas, esas hojas de papel donde se apuntan nombre que no suele resultar que sea para nada bueno. besos amiga
ResponderEliminarMuy bueno el relato. Me trajo recuerdos muy tristes de una dictadura donde habian muchos como Matalobos.
ResponderEliminarUn placer seguirte. Regreso pronto!
http://cuentosdensueno.blogspot.com
http://a212grados.blogspot.com
Mi primera idea era hacer un análisis muy analítico (cuadriculado), pero lo dejo y me quedo con una opción segunda, veo un sujeto extraño e indescriptible (salvo por ti, que lo describes perfectamente, mi adjetivo era metafórico) que no se toman en serio salvo cuando maldicen. Entonces y solo entonces sentarán cátedra , apoyados por la ruindad de la masa, deseosa de maldecir, de crucificar.
ResponderEliminarBueno, que es lo que me ha evocado tu relato.
Besos, amiga, quedo deseando volver a vernos y comer andrajos.
Hola San:
ResponderEliminarPor lo menos el personaje de tu relato anotaba en un cuaderno...las de mi pueblo memorizan!....esas son peores...
Besos
Wendy
¡Que intriga!! singular tu personaje, el relato es fascinante, sugerente, le diste con ese final una dimensión de cuento, de historia con mayusculas a este hombre de halo decadente sin mas mérito que la locura.
ResponderEliminar¡Bravo San!!
Un beso
Vaya relato, me gustó aunque no lo entendí bien, por los comentarios es que si lo fui entendiendo y luego leí el final otra vez ; )
ResponderEliminarSaludos
Ya estoy de regreso en casa y poco a poco poniéndome al día con los blogs... entre hoy y mañana estaré entrando y saliendo de tu casa, yo traigo los pasteles... mi café que sea sin azúcar ni leche y con hielo, por favor :)
ResponderEliminarun abrazo (tranquila no traeré artilugios espías) :)