El día llegaba tarde, pero yo le estaba esperando.
Alerta con el dedo sobre el botón del despertador y los ojos bien abiertos, no
dejé que sonara. De haber podido, habría detenido el tiempo. ¡Viernes y trece!
¿Cómo iba a poder luchar contra todo el mal que se me venía encima? Pésimos
augurios, lagarto, lagarto, —recité, dibujando una cruz en el aire como último
intento de alejar las energías negativas. Desde luego no me vestí de amarillo,
ni tan siquiera saqué el espejito para dar una última ojeada al trazo de lápiz
sobre los ojos, porque estaba segura de que se me caería, en un descuido,
haciéndose añicos.
Al salir de casa lo primero que adelanté fue mi pie
derecho, luego me anduve lista de no pisar las rayitas de las baldosas, que eso
atrae malas vibraciones. De camino a la
parada del autobús, procuré tocar mucha madera. Menos mal que no se me cruzó
ningún gato negro, porque de haberlo visto, salgo corriendo de nuevo a casa. A
pesar de tomar todas estas precauciones, algo dentro de mí se revolvía. Un
despido, –me digo- va a ver un despido y será el mío, ayer lo vi en la cara del
presidente. Toco con desesperación la pata de conejo que cuelga del llavero.
Subo al autobús, como era de esperar ni un solo
asiento vacío. Nerviosa y de pie, repaso la presentación. Tartamudearé y se reirán. ¡Cuánto desánimo!
Intento relajarme, el conductor enciende la radio. Para distraerme, sigo atenta
la conversación de los locutores… “Nos remontamos a un viernes trece de octubre
de mil trescientos siete. La orden de los Caballeros Templarios, fue perseguida
por la Santa Inquisición. De ahí que esta fecha se considere de mala suerte, en
la mayoría de las culturas occidentales, no así en España, donde la mala suerte
se asocia a los martes y trece…”
Suspiré aliviada, mi respiración comenzó a relajarse y
el instante quedó suspendido. Luego tras
unos anuncios publicitarios, notificaron el número premiado del sorteo de la
lotería, el setenta mil trece. Atónita abrí mi cartera y un boleto con esas cifras, allí
estaba.
Muchas y muchos supersticiones en casa de Mª José.
Es así, nada puede hacernos mal cuando no le ofrecemos la posibilidad de dañarnos. Si de veras creemos que los malos augurios tienen poder sobre nosotros, seguro lo tendrán y nos dañarán. Es así de simple.
ResponderEliminarSería lindo ganarse alguna vez la lotería, ¿no? jejej
Un abrazo
Está visto que la cabeza lo hace todo. La angustia se acabó cuando vió que se equivocó de fecha.
ResponderEliminarMe gustó.
Un abrazo
Todo se somatiza y de ahí vienen los problemas.
ResponderEliminarSe te premió el que esquivaras todas esas supersticiones.
ResponderEliminarSe ha podido oír la respiración de alivio casi aquí...bien llevado el relato.
ResponderEliminarBesos
Fue benefico el número 13. Aunque los supersticiosos son resistentes a los argumentos.
ResponderEliminarCapaz que la protagonista dice que el 7 del principio neutralizó el 13 final del boleto.
Gran misterio que atrapa al lector
ResponderEliminary descubre que la historia puede cambiarse.
un placer
saludos!!!
Yo soy muy de radio y me confirmas su poder benéfico. Ya ves como cambió el sentido del día que esperaba esa pobre chica.
ResponderEliminarRelato que saca una sonrisa, Besos, querida amiga.
No soy supersticiosa pero respeto el tema. A tu protagonista despues de todo no le fue mal. =)
ResponderEliminarMe gustó ese giro que le distes al final. Quedó genial despues de tanta angustia.
Besos
Lo que me asombra de la superstición , es la cantidad de cosas que hacemos para no tentar a la mala suerte sin que nos demos cuentas. Eso es porque es algo que está labrado en nuestra mente y surge alrededor de los 5 a 7 años, justo cuando adquirimos conciencia de lo que realmente es la muerte. Gracias por participar. Un besote
ResponderEliminarVaya "trajín" de primera hora, para acabar siendo millonaria.
ResponderEliminarNos has paseado por angustias, sospechas y fatales desenlaces y al final un caramelito de café con leche.
Besos
¿sería el destino o el azar? Yo prefiero creer en la suerte...... aunque reconozco que hay que buscarla un poco..... amiga San..... Muy bueno el relato, como siempre.....
ResponderEliminarTe diré amiga San que tan ilógico es creer en la mala suerte como en la buena. Ambas nos apartan de la racionalidad y la cordura. Evidentemente todavía necesitamos de mucha evolución para desterrar supersticiones en uno u otro sentido. Por cierto, tengo que buscar el 70013 para el sorteo de Navidad, no sea que....
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Yo la verdad, creo no serlo...un saludod esde Murcia..buen relato....
ResponderEliminarSan, mi hija Isabel nació un martes 13, desde entonces considero estas fechas días de suerte, para mi desde luego, lo han sido..., todo depende...
ResponderEliminarBesos, amiga
En esas supersticiones quisiera yo caer, sobre todo en estas próximas navidades. Un relato muy bien hilvanado y con esa chispa del que ocurrirá mientras las letras van corriendo. Esa imagen con el 13 no invitaba a nada bueno. Te felicito. Un saludo.
ResponderEliminarLa magia de la radio frente al resto de medios de comunicación. Muy buen relato.
ResponderEliminarHola SAN
ResponderEliminarMuchas veces vivimos llenos de creencias que limitan nuestra vida sin darnos cuenta de eso, menos mal que al final se liberó.
Besos