¡Cuánto silencio se pasea por entre estos
setenta metros cuadrados! Pequeñas habitaciones vacías de voces y risas, evocan
lo que un día fue. Desde el quicio de la puerta me veo con muchos años menos, me
observo entrar y salir con prisas. Lo mismo hago las camas, que abotono el babi
del pequeño. Le anudo el cordón de las zapatillas; hoy toca deporte. Peino los
pelos mojados de los niños, mis niños. Friego los vasos y platos del desayuno,
recojo todo lo que encuentro a mi paso para dejar la casa más o menos
ordenada. A media mañana tengo la revisión médica de los abuelos y no sé el
tiempo que me ocupará, eso me angustia; a Marcos le gusta que esté la mesa
puesta y la comida caliente cuando llega de la fábrica… El sonido del teléfono me
regresa a este presente, ¿estás lista? me preguntan, y si lo estoy, llevo mi
vestido azul de los domingos y los labios pintados de rojo cereza. Echo una
última ojeada a la casa donde fui todo lo feliz que pude ser. Dejando atrás la
nostalgia cojo la maleta, a donde voy no me hará falta nada más que esa maleta
y mis recuerdos.
Otras amas o amos de casa los encontraréis en el Blog de Gustavo.
Hola San , esperemos que allá donde vaya también sea feliz me a gustado mucho tu relato , es un poco nostálgico , te deseo una feliz noche besos de Flor.
ResponderEliminarNostalgia , veo en las últimas palabras y mucha verdad en las anteriores , el ama de casa nunca descansa no le da tiempo , sus horas siempre están ocupadas . Me ha gustado tus letras y como lo has enfocado .
ResponderEliminarUn abrazo .
Todo empezó cuando el hombre salió de la caverna a cazar y la mujer se quedó recogiendo las pieles. Luego ya se legalizó la caza y había que pagar, trabajo por dinero, la mujer ahora estaba mas tiempo sola y decidió cocinar la caza en lugar de comerla cruda... Y hasta hoy. Buenas noches
ResponderEliminarUn final un tanto triste para esa mujer que ha dedicado su vida a los demás y se va adonde solo le servirán los recuerdos,
ResponderEliminarBesos.
¡Qué pena! tanto cuidar a la familia para al final que no nos merezcamos que nadie cuide de nosotros
ResponderEliminarUna historia agridulce que nos habla de lo rapiráque pasa el tiempo y de lo facil que es dejarse llevar por las urgencias sin tomar en cuenta lo verdaderamente importante. Me gustoleerte, San . Un abrazo 😊
ResponderEliminarNo estoy segura si se publico mi comentario, por las dudas te digo que me encantó tu emotivo relato. Un beso
ResponderEliminarA mi se me ha erizado la piel, porque es así...
ResponderEliminarPara después dejarlo todo atrás y quizá ir a una residencia.
Me ha gustado mucho.
Un beso.
Después de toda una vida solo le queda la maleta...
ResponderEliminarBeso de Samsonite.
Que lástima amiga mia. Y la vida es eso. Trabajo, vejez y a la fria residencia. Mi madre siempre decia que unos padres pueden criar un montón de hijos si viene al caso, pero entre todos ellos ninguno podra cuidar a sus progenitores.
ResponderEliminarUN abrazo.
Ufff!!! Es que lo he visto tantas veces, que triste dedicar toda tu vida a cuidar de los otros y despues tener que resignarte. Me ha gustado muchisimo, besos.
ResponderEliminarNostálgico y tan real como la maleta que lleva sujeta y los recuerdos que la acompañan.
ResponderEliminarBeso
San, no me ha publicado mi comentario anterior. A ver ahora. Te decía que reconozco esa etapa, que me veo con los tres críos. El trabajo de mamá-ama-de-casa no está pagado. Odio a ese tío queespera el plato en la mesa. Grrrr Final triste, querida. UN abrazo y besos, muchos.
ResponderEliminarcosas de nuestra generación
ResponderEliminarBueno, si la maleta va llena de rosas, turquesas, verdes y magenta bien está dentro de lo que cabe. Lo malo es que pese más de lo que tu ánimo pueda soportar por estar llena de marinos y marengos.
ResponderEliminarMuy original, te felicito.
Qué felices seríamos si pudiéramos dejar atrás, junto con todo lo que no necesitamos, recuerdos por demás pesados...
ResponderEliminarSaludos,
J.