Camino despacio por los rincones secretos de la ciudad. Una ciudad que esconde callejuelas que antaño fueron recorridas en un incesante ir y venir. Hoy olvidadas, desahuciadas, sin vida aparente. Al pasar junto a ella me llama, me habla, me entretiene y la miro y la veo.
Estrecha, empedrada, empinada, cuesta arriba dibujada.
Amarilla, su pared amarilla como los rayos del sol, me invita con deseo apasionado a entrar. Me despojo de todo prejuicio y me adentro con autentica devoción. Mis pasos descifran huellas entre añoranzas súbitas. Se materializa la vida pasada antes de caer la impalpable penumbra de la negra noche. Hipnotizada la siento y la observo.
Adorna esta calle, entre cristal transparente y negro forjado una farola que en las madrugadas oscuras y frías, regala su luz suave, tenue, silenciosa, delicada y discreta. Envolvente aleja las sombras de los cuerpos que la andan enfilados, en horizontal imposible caminarla.
Ventanas y balcones solo por centímetros separados, acercan las manos de los vecinos despejando soledades y entrelazando complicidad. Las palabras sin espacios perdidos se entremezclan, se abrazan, se encuentran, tropiezan y se escurren en el pasar de las horas muertas.
Si la curiosidad te acompaña y tus pasos continúan en un avance seguro, al final de esta calle un vergel escondido te espera. Un jardín prohibido, velado, secreto, abierto siempre para aquellos que hambrientos de aventura culminan el final de este callejeo deambular.
Algunas descripciones más en casa de Gus.
me he dejado llevar, he visto lo que tú has visto, y te he sentido vibrar las emociones con las que describias el lugar
ResponderEliminarAtravesar esa callejuela estrecha, como podria ser algunas del barrio de Santa Cruz en Sevilla, alumbrando el farolillo como faro guia hacia un lugar abierto, puede ser un paseo agradable, como una secuencia de la vida con final feliz.
ResponderEliminarReciba mis saludos.
Quizá me aventure a cruzar esa callejuela, me atrae lo prohibido :))
ResponderEliminarUn beso
tan próximos como esos balcones, la cadencia de tus palabras, describen un transitar que parece el paso de un baile. Hermosa imágen la que describe y no se ve, del vergel prometido...
ResponderEliminarUn adjetivo: prometedor.
Besos.
Gambetas de Lana
ResponderEliminar¡Qué bueno haber pasado por esa calle!
Quizás sea la vida ¿No?
Saludos
Llevame de paseo que quiero sentir lo que tu sientes , vivir lo que tu vives, emocionarme .
ResponderEliminarUn saludo .
Supongo que dará pena pensar que por esa calle donde antes había vida ya no pasan esas mismas personas que le daban vida. Pero por mucha pena que de, te aseguro que yo no pasaría, cuestión de claustrofobia.
ResponderEliminarBesos
Hermosa y nostálgica tu calle, ganas dan de perderse por ella y llegar a esa jardín soñado.
ResponderEliminarUn beso.
Qué callecitas angostas,sí!...pero esta la que describes invita a ser andada y recorrida, mostrándose acogedora y cálida bajo ese sol tibio que en ella se derrama y nos contagia con su luz!
ResponderEliminarLindo!
Un abrazo.
Me gustan las calles estrechas de mi Andalucía... y me agobian también, cuando cae la noche. Pero tu relato invita a superar ese miedo y adentrarse en ella, hasta con una sonrisa en los labios :)
ResponderEliminarme encantó. Un abrazo
Creo que no se puede describir mejor el sentimiento de pasear por una estrecha callejuela, a veces misteriosas, pero siempre encantadoras.
ResponderEliminarUn abrazo
Me gustó mucho tu forma de describir esa calle, a mi me llevó a Toledo, y te juro que me agobió, es un lugar que me encanta, pero la última vez que fui, me puse fatal en una calle así de estrecha. De todas formas logré pasar y ahora te escribo sentada en un banco de un maravilloso jardín. Besitos.
ResponderEliminarDejarse llevar por la esencia para disfrutar de lo bello. Magnifica forma de describir esa sensación de ir descubriendo las sensaciones según van apareciendo, con la incognita de que nos espera metros más adelante.
ResponderEliminarUn beso
Destaco:
ResponderEliminarEse despojarse de prejuicios para adentrarse en la calleja.
El amarillo de las paredes, sorprendente en una calle de esas características.
Las ventanas cercanas, razón de complicidad, también de enfrentamientos.
Pero me fascina la idea de encontrar ese vergel tras haberla cruzado. Al paraiso se llega por callejuelas, que atraen.
Bueno, no es mas que el maravilloso relato que San nos ofrece cada semana.
Un abrazo, amiga.
Tomar el pulso a la vida que transita por las paredes, adentrarse desde el color, el silencio, la soledad de las piedras para llegar con el corazon o los pasos ¡que lindooooooooooooo!
ResponderEliminarUn besazo
(mi madre esta contenta con tu expresion en mi blog, acabo de leerle tu comentario. Tiene 93 años y está mas lúcida que yo) jajajaja
Gracias, San, una de las cosas que me encanta es cuando llego a un sitio nuevo y vivo en él es pasear por sus calles, es serenarme mientras encuentro callejas, mientras cada empinada, cada calle, respira, late y atento me dejo llevar por sus latidos, gracias porque veo que en tu descripción existe ese deseo, esa capacidad de envolverse, de hacerse armonía.... Besos
ResponderEliminarMe encantan esas callejas, ya sabes que aqui tmabien tenemos muchas y me ha parecido preciosa, detallista, anhelante la manera en que nos adentras en ella.
ResponderEliminarMagnifico querida amiga.
Besos
Calle estrecha, en la que apenas atisbamos el final, pero debemos andarla, así también es la vida, donde debemos atrevernos a posicionarnos, por muy arriesgadas que sean nuestras ideas.
ResponderEliminarGenial el transito por tu calle San.
Besos arriesgados
Merece la pena el paseo, por la calle y por el relato.
ResponderEliminarCalle intima, con la vida escrita en sus muros y en las baldosas del suelo. Y no es curiosidad lo que me hace transitarla, es la esencia de uno mismo que se encuentra al final.
Besos
hola San: una sencila historia de complicidades, que has tratado con maestria y buen gusto. Estupenda. Te deseo mucha suerte en el concurso , amiga.
ResponderEliminarMe declaro abiertamente callejero. Me gusta callejear, adentrarme en esos universos estrechos, recogidos sobre sí mismos, preservando la intimidad de sus habitantes. Calles donde el sol penetra con dificultad sumiendo sus viviendas de anchos muros en un pasaiso de frescor en verano y calidez en invierno y que a veces te sorprenden desembocando inesperadamente en pequeños oasis ajardinados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un relato amarillo y fluido, que te arrastra en la cadencia de las letras y las vistas imposibles. La imagen, entre claros y oscuros, y ese callejón, reducido por la perspectiva, que parece conducir a otros mundos, es simplemente bellísima y tus palabras la acompañan perfectamente.
ResponderEliminarUn beso.